La muerte de los héroes

A los caídos por la libertad de Venezuela

Por

Mariano Nava

Twitter:

@MarianoNava

 

En otras ocasiones hemos dicho que el concepto del héroe y lo heroico proviene de la antigua Grecia, pero creo que el asunto merece ser tratado con más profundidad. Ciertamente, aunque la palabra misma héroos, “héroe”, es griega, lo que los antiguos griegos entendían por un héroe no es exactamente lo que hoy nosotros entendemos. Para los antiguos griegos, el héroe es alguien capaz de realizar hazañas admirables, que causaran asombro, thaumastaí. Su mayor orgullo era que las generaciones posteriores lo recordaran por sus maravillosas proezas. Al final de la Ilíada, Héctor se enfrenta a Aquiles y comprende que su muerte esta cerca. Entonces se dice a sí mismo: “ya el destino me ha alcanzado, pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria, sino realizando algo grande que llegue a ser conocido por las generaciones futuras”.

         Para los antiguos griegos, la idea de lo heroico no está asociada a la muerte sino a la vida. Se vive y se muere heroicamente para ser recordado, para, de alguna forma, seguir viviendo. El heroísmo está indisolublemente ligado, por tanto, a la memoria. Al comienzo de sus Historias, Heródoto confiesa que ha escrito “para que no caiga en el olvido lo ocurrido, y que las grandes y admirables hazañas cumplidas por griegos y bárbaros no queden sin gloria”. Sin embargo, el espacio por excelencia de lo heroico no es la historia sino la poesía. Como dice Aristóteles, la poesía es mucho más “universal” (kathólou) que la historia, pues recuerda las cosas que ya ocurrieron, pero también que pudieran ocurrir en cualquier momento a cualquiera de nosotros. El tiempo de la poesía es, pues, lo eterno. En el canto VI de la Ilíada Helena se lamenta de que Zeus le haya dado tantos sufrimientos “para que a los poetas venideros les sirvamos de tema para sus cantos”.

¿Y cuáles son esos temas que cantan los poetas? Son, en general, asuntos de la vida personal de los héroes. Curiosa ambivalencia entre lo efímero y lo trascendente, a Aquiles nada le interesa más que su propia gloria; lo mismo pasa con Agamenón y otros tantos; Menelao quiere recuperar a su mujer y su honor perdido; a Odiseo lo que le importa es volver a su tierra, ver de nuevo a su mujer y a su hijo, recobrar su reino. Pero no solo los héroes de Troya. Heracles, el héroe por excelencia, realiza los duros trabajos que le impone Hera porque sabe que así será reconocido por su padre Zeus y admitido en el Olimpo. Hasta ahora, el ámbito de lo heroico no trasciende la íntima y estrecha esfera de los intereses personales de los héroes.

También hasta ahora, la muerte de estos héroes es, por decirlo así, privada, doméstica, y en algunos casos incluso vergonzosa. Homero no dice nada de la muerte de Odiseo, pero otros poetas cuentan que murió tiempo después de haber vuelto a Ítaca a manos de Telégono, el hijo que había tenido con Circe, por unos rebaños. Heracles murió envuelto en una túnica envenenada por un problema de celos. Agamenón, el máximo caudillo en Troya, murió acuchillado por su propia mujer, a instancias del amante de ésta, Egisto, mientras tomaba un baño de vuelta a casa. Es como si el mito quisiera resaltar el contraste entre la vida heroica y la muerte indigna, entre la apoteosis y la caída. Como si quisiera decirnos que ambos extremos, la grandeza y la pequeñez, caben en una misma vida.

Tal vez el primero en morir de manera heroica entendida modernamente, es decir, por un ideal y no por su propio interés, no fue un guerrero sino un filósofo. Sócrates, el primer intelectual que cuestionó abiertamente el poder en Atenas, fue condenado a muerte y él aceptó morir en acatamiento a las leyes de la ciudad. En su diálogo Critón, Platón cuenta cómo los amigos de Sócrates prepararon un plan para que éste escapara, librándose de la muerte. Sin embargo, el filósofo rehusó escapar, aceptando la condena. De este modo, Sócrates será el primero en anteponer a su propia vida unos ideales y una concepción de la polis.

Sin embargo, hay un hito fundamental en el paso de la idea del héroe desde la antigüedad hasta nuestros días. Nuestro concepto moderno de heroísmo, también lo hemos dicho ya, no se comprende sin el ejemplo de Jesús de Nazareth, que murió no solo por un ideal, sino incluso por personas a quienes él mismo no conocía. A partir de Jesús, la idea del sacrificio y el altruismo es inseparable del concepto del heroísmo. No podemos medir cuán extensa y profunda ha sido su influencia, desde los primeros mártires cristianos a Bolívar y Martin Luther King. Heredero y fundador de tradiciones, pienso que en Jesucristo se concentran ambos ideales, el de la vida y el de la muerte heroica. Por eso trasciende a ambas, convirtiéndose en nuestro paradigma insuperable de heroicidad. A partir de Jesús, la vida y la muerte heroica están esencialmente relacionadas con la entrega y al sacrificio de un héroe por unos ideales, por su tierra, por sus hermanos.

Mariano Nava Contreras

@MarianoNava

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here