Bolívar maluco

por

Mariano Nava Contreras

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@MarianoNava

 

El pasado 24 de julio, cumpleaños número 234 del Libertador, fue una oportunidad para medir en las redes sociales la aceptación y el rechazo que, a estas alturas, sigue generando la imagen de Bolívar entre los venezolanos. Por un lado estaban los mensajes de los líderes políticos, tan parecidos siempre, que invocaban la “vigencia” de su vida y palabras, inevitablemente llevando al lugar común de que “hoy luchamos de nuevo por la libertad” y que tratamos de conquistar “nuestra segunda independencia”. Los estudiosos de la retórica saben que todo lugar común, que los antiguos llamaban topos, es un eficaz artilugio discursivo que, sin embargo, debe mantener, para que funcione, fuertes lazos con la realidad, de modo que el hecho de que sean “lugares comunes” no significa en modo alguno que estén exentos de cierta verdad.

Sin embargo, más me llamó la atención la presencia de lo que pudiéramos llamar un “antibolivarianismo digital”, la cantidad de mensajes, incluso de humanistas bastante reputados, en los que se denostaba de la imagen del Libertador, casi siempre acusándolo de ser el causante de la desgracia que hoy vivimos los venezolanos. La mayoría lo señalaba como inspirador del militarismo en el país, el causante de toda la barbarie política que ha dominado las relaciones de poder en Venezuela prácticamente desde que existe. Otros incluso cuestionaban la vigencia de su pensamiento, como si Bolívar hubiera pretendido ser un oráculo, como si todo el fundamentalismo empobrecedor que ha dominado la tradición bolivariana fuera por su culpa.

No soy especialista en Bolívar ni mucho menos, ni podría contender con otros que sí conocen su obra a profundidad. Me he acercado muchas veces, sí, y con muchísimo cariño y admiración, al hombre de letras, al culto y sensible lector, al pensador, al orador y al político antes que al guerrero, y puedo decir que no conozco una sola línea que se le atribuya a Bolívar en donde haga apología del militarismo, ni mucho menos se le haya ocurrido decir que la vida militar es superior a la vida civil. Todo lo contrario, sí conozco ese bellísimo pasaje del discurso ante el Congreso de Cúcuta, pronunciado el 3 de octubre de 1821, donde dice: “Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano”. También recuerdo las palabras del Discurso de Angostura, cuando decía, al entregar el mando a los civiles: “En este momento el Jefe Supremo de la República no es más que un simple ciudadano; y tal quiere quedar hasta la muerte. Serviré sin embargo en la carrera de las armas mientras haya enemigos en Venezuela. Multitud de beneméritos hijos tiene la patria capaces de dirigirla, talentos, virtudes, experiencia y cuanto se requiere para mandar a hombres libres”. Y en la Convención de Ocaña dirá a los delegados, siete años después: “Participo yo de la mayor ventura devolviéndoos la autoridad que se había depositado en mis cansadas manos; tocan a los queridos del pueblo las atribuciones soberanas, los derechos supremos, como delegados del omnipotente augusto de quien soy súbdito y soldado”. Creo que no puede ser más clara su posición respecto del papel de militares y civiles en la conducción de un país.

También recuerdo muy bien el desprecio que sentía el Libertador respecto de los tiranos y las tiranías, y creo que todos lo tenemos presente, pues por estos días se han repetido hasta el cansancio las citas donde se expresa. Respecto de la “vigencia” de su pensamiento, pienso que Bolívar era un hombre pragmático, un líder ubicado en un lugar y en un tiempo de acuerdo a los cuales pensaba y obraba. No creo que haya pretendido que su pensamiento fuera trascendente, ni menos que se hiciera de él una especie de oráculo. Hace poco hablábamos aquí acerca de las medidas que tomó en 1827 junto a José María Vargas para modernizar y asegurar la autonomía, académica y económica, de la Universidad de Caracas. Hoy esas medidas siguen estando vigentes en general, pero Bolívar en aquel momento estaba actuando en respuesta a un aquí y un ahora. Que esas circunstancias se mantengan vigentes ciento noventa años después, es otra cosa.

De modo que pienso que los antibolivarianos digitales de ahora están errando sus cibertiros. Mucho más acertadas eran, en todo caso, las acusaciones de los antibolivarianos de antes, que eran más lúcidos, ubicados y cultos, dicho sea de paso. Creo que los de ahora deberían diferenciar mejor entre el pensamiento de Bolívar, expresado en la inmensa cantidad de documentos que dejó, y la artera manipulación que se ha hecho de él, antes y ahora, de lo cual también se ha escrito un montón y hasta hemos tratado en este espacio. Por lo demás, clarísimo estoy en el mínimo impacto que tienen las redes sociales en el cariño de la gente, esa inmensa mayoría que trabaja, que suda y que sueña, y que no tiene tuiter.

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