Heráclito criollo

por

Mariano Nava Contreras

Twitter: @MarianoNava

 

Hace cincuenta años, en 1967, salía de las prensas de la Universidad de Los Andes el que seguramente sería el trabajo filosófico más ambicioso hecho en Venezuela. En efecto, el Heraclitus de Miroslav Markovich se cuenta todavía hoy entre las más reputadas ediciones modernas de los fragmentos del filósofo de Éfeso en el mundo, y constituye una fuente fundamental para todos los que quieran estudiar a profundidad, que ya es mucho decir, el pensamiento del filósofo jonio.

Se trata de un grueso volumen de 665 páginas que recoge los 125 fragmentos de Heráclito que han llegado hasta nosotros. Estos fragmentos fueron recopilados de diversas fuentes que cubren un período de cerca de 2000 años, desde el polígrafo jonio Ión de Quíos hasta el filólogo renacentista Marsilio Ficino, lo que hace de esta edición la de mayor número de fragmentos hasta la fecha. Los fragmentos, en texto griego con breve comentario y traducción al inglés, están agrupados en función de los tres grandes temas del pensamiento heraclitano: los relativos a la doctrina del lógos, los de la llamada “doctrina del fuego” y los concernientes a ética, política y otros. Cierra el trabajo una bibliografía selecta, más los correspondientes índices. Este volumen se denominó Editio Maior. Al año siguiente se publicaba, también de las prensas de la Universidad de Los Andes, una Editio Minor, edición abreviada de 150 páginas contentivas de los 125 fragmentos en texto griego con traducción castellana sin comentario filológico.

Pero ¿quién fue Heráclito y por qué sigue siendo tan importante su filosofía? Heráclito nació en Éfeso, en Jonia, y vivió entre los siglos VI y V a.C. Es heredero, pues, de la gran tradición del pensamiento jonio, que se ocupaba de las preguntas esenciales sobre la composición y funcionamiento del universo, el devenir de las cosas y nuestra manera de percibirlas, nuestro lugar en el mundo. Sin embargo, su estilo era aforístico y deliberadamente difícil, lo que le ganó el apodo de “El oscuro”. Cuenta Diógenes Laercio que Sócrates decía que para descifrar el pensamiento de Heráclito era preciso ser “un buzo de Delos”, aludiendo a los buzos que descendían a las profundidades del Egeo. En el prefacio a su obra, Markovich aclara que su Heraclitus es ante todo un libro de fuentes, por lo que no hallaremos en él interpretaciones de su pensamiento. También avisa de que aquellos fragmentos incompletos o que fueran obscuros serían traducidos respetando con escrupulosidad el estilo del autor.

 Heráclito enriqueció las indagaciones de los filósofos jonios con la original impronta de su pensamiento. Consideraba que todo está sujeto a una ley universal que llamó lógos (razón). Cualquier hombre puede intentar conocerlo, pero casi ninguno lo logra. Aquel que conoce el lógos es el verdadero sabio, el sophós, pero muy pocos emprenden este camino. Por eso el lógos es prácticamente inalcanzable y casi no hay sabios. Para Heráclito, todo está sujeto al cambio incesante, todo se crea y se destruye continuamente hasta la eternidad. Por eso decía que “todo fluye” y que nadie puede meterse dos veces en el mismo río (“en los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos”). Las doctrinas de Heráclito impactaron profundamente el pensamiento griego, especialmente los estudios físicos de Aristóteles. Su doctrina de la evolución por contradicción es el origen del materialismo dialéctico.

Miroslav Marcovich nació en 1919 en Belgrado, en cuya Universidad se doctoró en filosofía en 1942. Eran los duros años de la Gran Guerra. Entre 1944 y 1946 sirvió en el ejército de Tito. En 1953 lo tenemos en la India, trabajando en la Universidad de Visva-Bharati, y en 1955 se traslada a Venezuela para enseñar filosofía y literatura clásica en la Universidad de Los Andes. Aquí publicó sus obras más importantes: su traducción del sánscrito del Bhagad-Gita (1958), sus Estudios de filosofía griega (1965) y el Heraclitus (1967), la más importante, que será traducida al inglés, al alemán y al italiano. En 1962 está dando clase en la Universidad de Bonn y entre 1963 y 1968 lo tendremos también en Cambridge, para radicarse definitivamente en Urbana, Illinois, desde 1969 hasta su retiro en 1989.

En la primera página de su Heraclitus van agradecidas dedicatorias a algunos de los más prestigiosos especialistas de la filosofía griega: W. K. C. Guthrie, de Cambridge; H. Cherniss, de Princeton, y R. Mondolfo, en Buenos Aires. También en su Prefacio Marcovich menciona a G. S. Kirk, de la Universidad de Yale, el célebre editor de los Presocráticos que le ayudó a corregir sus manuscritos. Sin embargo, sus líneas finales son para el Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, Rector de la Universidad de Los Andes, la Casa abierta y generosa que lo acogió y le abrió las puertas, y especialmente para el equipo de los Talleres Gráficos de la ULA. El Heraclitus de Markovich queda para nosotros no solo como un monumento a la filosofía hecha en Venezuela, sino también como un recuerdo de la gran Universidad venezolana que fuimos y que un día reconstruiremos.

 

 

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