América Latina retrocede en la batalla contra el hambre

Latinoamérica, un modelo por sus avances en la lucha contra el hambre desde comienzos de siglo, no es una excepción.


Imagen tomada de Scoopnest.com Google Images

Latinoamérica, un modelo por sus avances en la lucha contra el hambre desde comienzos de siglo, no es una excepción. El número mundial de hambrientos crecía en 2016 por primera vez desde 2003, y América Latina y el Caribe acompañan la tendencia global. Son casi 2,4 millones (hasta llegar a los 42,5 millones) de personas más que el año pasado las que no comen lo suficiente en la región. Y a este repunte de la subalimentación (no ingerir las calorías necesarias para su vida diaria) le acompaña el problema del sobrepeso y la obesidad, que ya afecta a un tercio de los adolescentes y dos tercios de los adultos.

En realidad, el hambre solo creció en seis países —y se redujo en 21— pero esas subidas fueron tan fuertes como para arrastrar los datos de toda la región. La peor parte se la sigue llevando Haití, donde casi una de cada dos personas no come lo que necesita. Son todos datos publicados este martes en un informe elaborado por distintas agencias de Naciones Unidas sobre la situación alimentaria y nutricional.

“El tema del hambre se ha ido quedando por abajo, fuera de la agenda”, lamenta la senadora mexicana Luisa María Calderón, coordinadora general de los Frentes Parlamentarios contra el Hambre de la región. El estancamiento del crecimiento económico es una de las explicaciones —”aunque no la única”— de estas malas noticias, según Julio Berdegué, subdirector general de la FAO, la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura encargada de calcular el número mundial de hambrientos.

Según Berdegué, la coyuntura económica ha afectado el empleo, al poder adquisitivo de las familias y también a los ingresos públicos. Y los Estados han recortado sus programas de protección social, esos que resguardaban a las personas y familias más vulnerables. El directivo llama a mantener esas redes protectoras en todo momento, sobre todo para atender a aquellos que viven “al filo de la navaja”, a quienes “cualquier impacto, por pequeño que sea, puede dejar en brazos del hambre”.

Los enfrentamientos armados —otro de los desencadenantes de la inseguridad alimentaria— a priori no parecen afectar especialmente a una región que ha observado recientemente el principio del fin del conflicto colombiano. Pero no hay que olvidar la violencia relacionada con el crimen y el narcotráfico. “Esta tiene un alto impacto en los medios de vida de las familias”, advierte Berdegué.

Es significativo el caso de un país como Venezuela que, según el representante de la FAO en la región, antes tuvo “un papel significativo” en la lucha contra el hambre. Hoy, en cambio, la situación alimentaria allí también se ha deteriorado y entreverado con el conflicto social.

Además de la falta de protección social para combatir la pobreza y la desigualdad subyacente al hambre, y los efectos perniciosos de la violencia, tampoco hay que olvidar los desastres naturales. Eventos como sismos, huracanes o tormentas, azotan especialmente a la región y castigan, de nuevo, a los más vulnerables.

El papel de los parlamentarios

Precisamente este lunes, en la sede romana de la propia FAO se analizaba la contribución de los llamados frentes parlamentarios a la reducción de la prevalencia de la subalimentación del 11,4% al 6,4% en 15 años. Calderón, que llamaba a perseverar en el esfuerzo ante la recaída, reconoce que hoy en día es fácil movilizar recursos para atender una emergencia, pero más difícil que los Gobiernos reaccionen ante problemas más establecidos, como el acceso universal a una alimentación adecuada. “Al final, nos movilizamos para otras cosas, pero temas como este acaban funcionado por inercia”, sostiene la senadora.

Por eso, insiste Calderón, los legisladores del Frente (que agrupa a más de 300 parlamentarios de 21 países de la región comprometidos contra el hambre) deben hacer “mucho ruido” para retomar la senda del progreso. “Una condición importantísima para derrotar el hambre es el compromiso político de los principales actores del Estado”, apunta Berdegué. Y añade que los legisladores, agrupados además de forma plural e independientes del Gobierno de turno, tienen mucho que decir.

Un ejemplo positivo para retomar la senda perdida, fruto de estos esfuerzos legislativos, es el de Guatemala. En las últimas semanas los parlamentarios guatemaltecos aprobaron una ley que aumenta en casi un 75% el presupuesto del programa nacional de comidas escolares. Ese plan que alimenta a 2,2 millones de estudiantes y que, a partir de ahora, deberá hacerlo en gran medida con productos comprados a los agricultores locales.

Fuente: Hola Iberoamérica
Carlos Laorden en colaboración con EL PAÍS

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