María Corina Machado en la ULA

Por 

Mariano Nava Contreras

Twitter: @MarianoNava

 

Últimamente la Universidad de Los Andes de Mérida ha estado muy visitada. El pasado 5 de abril estuvieron Lorenzo Mendoza y Benjamín Sharifker, rector de la Universidad Metropolitana de Caracas, con motivo de la celebración de los 233 años de esta universidad emeritense, que en realidad se cumplían el 29 de marzo, pero que este año por caer en Domingo de Resurrección se decidió celebrarlo para esta fecha.

El miércoles pasado le tocó el turno a María Corina Machado. Vino a participar en el Foro “Crisis Humanitaria. Crisis Universitaria. La salida electoral está cerrada”. No vino sola. Estaba acompañada por Pablo Aure, Secretario de la Universidad de Carabobo. Aquí la esperaban otros dirigentes y académicos para completar el panel: Humberto Araujo y Carlos “Pancho” Ramírez, dirigentes estudiantiles del “Movimiento 13”. Ramírez estuvo preso con motivo de los disturbios del año pasado. Ambos dirigentes denunciaron la gravísima crisis que afecta a las universidades nacionales y recordaron a los caídos en las protestas del año pasado. De los profesores participaron Martha Hernández, de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la ULA, y Oscar Aguilera, sociólogo y destacado docente e investigador también de esta Universidad. Ambos subrayaron las potencialidades de nuestro país y el talento de los venezolanos para superar la crisis.

Sin embargo, todos querían escuchar a María Corina, que llegó al Rectorado de la Universidad con algún retraso. Una pequeña multitud, formada especialmente de estudiantes, se arremolinaba a su rededor. Todos querían una foto con ella. Ella se las tomaba con grupos de estudiantes, especialmente al pie de la estatua de Fray Juan Ramos de Lora, fundador de lo que hoy es la ULA ya hace más de dos siglos. María Corina parecía feliz de compartir con todos, hasta que llegó el momento de ingresar en el recinto. Para recibirla el Aula Magna se vistió de galas inusitadas, mientras la multitud coreaba “¡Valiente, valiente!”. Una inmensa bandera tricolor cubría la baranda de los balcones y, cosa rarísima, acordes de valses venezolanos resonaban para darle la bienvenida. En lo alto, una gran pancarta rezaba: “Venezuela: Tierra de Gracia”. El rector Bonucci se levantó del presídium para pronunciar unas palabras de salutación.

Poco después del mediodía comenzó a hablar María Corina. Expuso de manera clara y concisa su diagnóstico de la situación, que ya todos conocemos: la salida electoral está bloqueada. No hay posibilidad de negociación posible con el régimen. Ir a elecciones significa convalidar una farsa. Hizo un llamado a las fuerzas vivas del país, y especialmente al ejército, para que se movilicen a fin de desalojar al régimen del poder. A continuación trazó una ruta para la recuperación de nuestro país una vez haya habido el cambio de gobierno, lo que ella llama “el día después”. A esa ruta, ese plan maestro, un decálogo de directrices para el desarrollo, ella lo denominó “Tierra de Gracia”. María Corina expuso brevemente en lo que consiste y explicó brevemente punto por punto: reinstauración de las libertades democráticas, refundación de las instituciones, reorganización del ejército, reorientación de la política exterior, economía de mercado… un camino hacia el desarrollo.

María Corina es una interesante combinación de una agudísima inteligencia, un profesionalismo inobjetable y una intensa pasión venezolanista. Cuida cada detalle, desde su aspecto, sencillo pero impecable, hasta su discurso, lleno de emoción aunque perfectamente estructurado. Dedica un minuto a cada persona que se le acerca, a cada uno trata de transmitirle alegría y optimismo, pero no deja de sentirse indignada a la hora de denunciar las injusticias del régimen. Su discurso es claro y sencillo, didáctico si se quiere, pero lleno de emoción. Sopesa a cada instante el efecto que sus palabras están causando en su auditorio, aunque ella misma se sienta embargada por los sentimientos que transmite. Mira a cada uno de los que la escuchan, pero no se queda en ninguno en particular, como para decirnos que, para ella, todos somos importantes. Es, sin duda, una gran oradora.

Casi una hora después terminó sus palabras. Después de dar vivas a la ULA, a Mérida y a Venezuela, quiso cantar el himno nacional con todos, pero todavía no se podría marchar. Aún quedaba la multitud que quería sacarse una última foto y despedirse de ella. Después le quedaba un largo camino hasta el Táchira, donde también cumpliría una apretada agenda y ya iba muy retrasada. Por ahí se le oía decir, mientras se abrazaba con unos y se fotografiaba con otros: “en San Cristóbal me van a matar”.

Mariano Nava Contreras

 

 

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