LA CONDENA

por

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

 

Todo el mundo busca entender las cosas pero nadie se esfuerza por desentenderlas. La ley de gravitación universal, la ecuación de Maxwell, los recovecos de la mente humana, cualquiera da un ojo de la cara por comprenderlos. Yo, quizás porque de niño fui un desprevenido -asunto que hoy continúa como si nada-, la verdad es que me dedico a desmontar entendimientos de múltiples raleas.

Tengo un tío que se desvive por dar en el clavo a la hora de mover neuronas a propósito de grandes o pequeños problemas. El pobre hace su mejor esfuerzo pero son más las ocasiones del yerro que las del acierto. Lo peor es que cada fracaso supone la hecatombe para su círculo más íntimo: arde Troya por la razón sencilla de que no llegó a desentrañar ciertos mecanismos, no fue capaz de abrazar el éxito.

Cada vez que mi esposa explica algo importante -lo sé por ese modo de enarcar las cejas y gesticular que muestra en tales circunstancias- respondo que no he comprendido un ápice. El comentario la saca de sus casillas pero a mí me hace sentir mundano, vivo, más cerca incluso de la sabiduría, porque el saber que más admiro es el de los ascetas, cuyo empacho entronca con una vía iluminativa de aproximación al mundo que le saca la lengua a Descartes y a su pomposo ergo sum.

Con tal horizonte entre ceja y ceja, el otro día me dio por continuar desaprendiendo algunas cosas. Estaba en ello -desaprendía a anudar cordones de zapatos- cuando alcé la vista y apareció enfrente, cuarto tramo de la biblioteca a la izquierda, “Historias de cronopios y de famas”. Confieso que se hizo la luz, ya no me sentí tan solo. Recordé en el acto que Cortázar regala ahí instrucciones para subir una escalera, otras para dar cuerda al reloj, e incluso algunas para aprender a llorar. Semejante libro de consejos pide a gritos, claro, una premisa fundamental: darse de bruces con no comprender, con desandar en primer lugar lo andado, con haberse metido en la cabeza que no saber es el paso número uno, la norma sine qua non. Bendito sea Julio Cortázar, fue como recibir palmaditas en el hombro.

Cuando la mayoría ha optado por entenderlo todo, porque el mundo es de los que saben y por aquella estupidez de la sociedad del conocimiento y blablablá, yo me tomo la molestia de estirar los brazos, largar un bostezo de ocio griego y cobrar fuerzas para comprender menos el universo que habitamos. A lo mejor así termina uno captando más, quién lo iba a decir, sin tanto ceño fruncido y títulos de maestro por centímetro cuadrado.

Al fin y al cabo al nacer estamos condenados. Te lanzan a este mundo y desde ese comienzo incierto, la verdad sea dicha, empiezas a desembarazarte, a descomprender poco a poco, durante cada segundo y cada hora, cada semana y cada lustro, hasta el día final, cuando te desentiendes a fondo, íntegro, por completo de todo y de ti mismo.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here