Alexandra Xenofondos

Cuando la crisis económica llegó a Grecia, inevitablemente, una de las ramas que fue fuertemente gravada fue la inmobiliaria. La propiedad inmobiliaria estaba particularmente desarrollada en nuestro país y de tal manera las reacciones fueron muchas.
La situación de la propiedad de bienes inmuebles en los años anteriores a la crisis había alcanzado niveles exagerados. La compra o la construcción de una casa constituían objetivo de vida para muchos griegos, incluso recurriendo a dinero prestado, lo cual, por supuesto, no es condenable puesto que la seguridad de un techo propio es uno de los factores fundamentales para una óptima calidad de vida.  No obstante, además de la vivienda principal muchos fueron los que adquirieron casas de veraneo y apartamentos en los cuales nunca vivieron sino que los destinaron para alquilarlos y así obtener un ingreso adicional. De esta manera, al llegar la crisis, muchos se encontraron en posesión de dos o más inmuebles con la consecuencia de no poder, algunos de ellos, mantenerlos. Y así llegamos a la situación actual. Muchos propietarios tratan de vender alguno de sus inmuebles para cubrir sus necesidades, y por supuesto, como es de esperar, los precios son excesivamente bajos. Para completar, en nuestros días casi ha desaparecido la rama de la construcción que hasta hace algunos años ofrecía muchos puestos de trabajo. En mi opinión, el pesado gravamen y no la falta de dinero es la que ha conducido a la contracción del ramo. Los griegos que todavía gozan de una cierta posición y poseen liquidez, optan por invertir en carros y en vacaciones y no en inmuebles que les costarán muy por encima de su valor por culpa de los impuestos que han de pagar.
El futuro dirá si esta situación vino para quedarse o si la sociedad griega volverá a sus antiguas costumbres después de que su economía se normalice.

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