Una solución del sector privado a la crisis de los refugiados
Nirj Deva
BRUSELAS – El desarrollo internacional no se trata solamente del alivio de la pobreza, sino de brindar seguridad, estabilidad y oportunidades económicas a las comunidades pobres y frágiles, impidiendo con ello que los ciudadanos tengan que abandonar sus países de origen en busca de una vida mejor. Para un occidental ansioso por limitar los flujos de refugiados e inmigrantes de África y Oriente Próximo, apoyar el desarrollo es un enfoque mucho más eficaz que erigir muros y alambradas.
Pero con demasiada frecuencia el desarrollo se ve obligado a quedar en segunda fila a la hora de determinar políticas. La llamada Guerra al Terror que comenzó en 2001 se ha ido transformando en múltiples y brutales conflictos que están desestabilizando todo Oriente Próximo, socavando las libertades individuales y transformando la naturaleza misma de sus sociedades, en una dinámica que expulsa a la gente de sus hogares y, a menudo, de sus propios países. En particular, el actual conflicto en Siria ya ha desplazado a cerca de cinco millones de personas.
Por supuesto, tiene sentido decir que los refugiados deben quedarse en el primer país seguro al que puedan llegar. Sin embargo, muchos tratan de escapar a la inestabilidad de su región como un todo. Sueñan con la seguridad y las oportunidades de Europa y están dispuestos a sufrir mucho para obtenerlas, incluso embarcarse en un peligroso viaje para cruzar el Mediterráneo.
Para Europa dar la espalda a estos refugiados no es una opción. Son seres humanos desesperados que seguirán encaminándose hacia la seguridad y la esperanza, a pesar de lo que muchos creen. Cuando la Canciller alemana Angela Merkel aceptó un millón de refugiados en su país, muchos la alabaron y muchos otros se le opusieron.
Pero no vale con simplemente absorber los flujos de refugiados, al menos no del todo. ¿Qué ocurriría si Egipto explotara del modo como lo ha hecho Siria? Los países desarrollados (algunos de los cuales se han resistido totalmente a aceptar refugiados), no aceptarían sencillamente 20 millones de nuevos desplazados.
La única opción real para enfrentar la crisis de refugiados es dar respuesta a las causas de los desplazamientos, como el terrorismo, el hambre, las enfermedades, la opresión, la infraestructura inadecuada, la escasez de recursos vitales, la falta de empleos y perspectivas económicas, y la caída de los estándares de vida. Visto desde este ángulo, apoyar el desarrollo internacional no es un acto discrecional de generosidad, sino un asunto de supervivencia mutua.
Sin embargo, para tener éxito se requiere adaptar las políticas de desarrollo a la realidad económica. En lugar de simplemente hacer que el dinero cambie de manos entre un estado y otro, como el mundo lo ha hecho en los últimos 60 años, los fondos para el desarrollo se deben usar para movilizar al sector privado, el motor real del crecimiento y el desarrollo económicos. De hecho, en los países desarrollados el sector privado representa un 90% de los empleos.
Con el enfoque correcto, los € 20 mil millones ($ 21,9 mil millones) de financiación anual para el desarrollo que proporciona la Unión Europea se podrían aprovechar para movilizar € 300 mil millones de capital para el mundo en desarrollo, mejorando las vidas de millones de personas. El modelo es claro: primero combinar las contribuciones públicas, privadas y caritativas; segundo, invertir los fondos siguiendo rigurosos estándares del sector privado, en lugar de confiarlos a actores del sector público que a menudo malgastan los fondos de los donantes.
Estos vehículos financieros combinados, aunque están en su infancia, ya han demostrado funcionar bien en otros lugares del mundo. Un estudio del Foro Económico Mundial determinó que cada $1 de dinero público invertido en tales iniciativas atrajo hasta $20 de inversión privada. Y esto ni siquiera refleja los beneficios que implica la mejora de los procedimientos de informe, licitación y contabilidad que conlleva una mayor participación del sector privado.
Este enfoque es particularmente adecuado en momentos en que muchos países europeos se enfrentan a un lento crecimiento e intensas limitaciones fiscales. Solo cuatro miembros de la UE destinan hoy el 0,7% acordado del ingreso nacional bruto a ayuda para el desarrollo.
La buena noticia es que los gobiernos europeos parecen reconocer cada vez más la necesidad de aprovechar el potencial del sector privado para apoyar el desarrollo. El mes pasado, en una sesión plenaria del Parlamento Europeo en Estrasburgo, la Comisión Europea apoyó mi plan de poner al sector privado en un lugar protagónico de los proyectos de desarrollo.
Pero establecer la inversión del sector privado como componente clave de la estrategia de desarrollo es apenas el primer paso. La Comisión debe ahora convertir las palabras en acciones, lo que significa implicarse directamente con el sector privado y las comunidades de negocios. Si estabiliza las sociedades de Oriente Próximo y fomenta su desarrollo económico, Europa puede ayudar a modular los flujos migratorios y de solicitantes de asilo hoy, al tiempo que se asegura nuevos mercados, oportunidades de negocios y relaciones de colaboración mañana.