Trump, Cuba y Venezuela

La deuda histórico moral que carga la tiranía cubana no debe ser olvidada: sesenta años de sufrimientos sobre todo un pueblo, devastación y muerte de varias generaciones de latinoamericanos y la destrucción y barbarie de un pueblo bueno y generosos como el venezolano. La deuda no está saldada. Bastaría con saldarla para que el bufón se convirtiera en un héroe.

Antonio Sánchez García

 

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@sangarccs

 

            Transcurriendo el año 2000 y en vísperas de la segunda asunción de mando de Hugo Chávez Frías bajé a La Guaira a recoger a mi amigo Marco Aurelio García, que venía en representación de Lula da Silva a participar de los eventos diplomáticos organizados a tal efecto por el gobierno bolivariano. Era la primera vez que nos veíamos desde que viniéramos desde Paris a Caracas a participar en un Congreso Latinoamericano de Filosofía. Habían transcurrido trece años, pero las certidumbres ya nos habían cambiado irremediablemente. Él seguía siendo el trotskista convencido que siempre fuera, ahora mano derecha del líder brasileño. Yo había aprendido a vivir a plenitud en una auténtica democracia, como la venezolana. Le expresé mi desacuerdo con Chávez, en quien no sólo advertía los rasgos del tirano, sino la voluntad de hacer añicos al país que me acogiera. Me miró asombrado, pretendiendo no entender lo que le estaba diciendo. Le expliqué mis razones. Luego de expresarme su profundo desacuerdo con la posición que acababa de aclararle, me preguntó sin ironía alguna si yo tenía algún problema estético con el teniente coronel.

            Lo traigo a colación porque ahora sí veo que muchos de mis paisanos y compatriotas tienen “problemas estéticos” con Donald Trump. No me gusta Trump. Pero mucho menos me gustaba Obama. O la señora Clinton. Soy venezolano y mis gustos no me impiden discernir entre las acciones que favorecen o desfavorecen a mi país, Venezuela. Independientemente de la estética, de mis gustos o disgustos. Razón que me lleva a que tampoco me gustaran Jorge Alejandro Bergoglio, el cura Sosa o José Luis Rodríguez Zapatero. O la Internacional Socialista, a la que también pertenecen los cortesanos de Zapatero convertidos en mastines de Raúl Castro y Nicolás Maduro. Porque todos ellos desfavorecen o dificultan la recuperación del pleno disfrute de la Libertad y el restablecimiento del Estado de Derecho en Venezuela.

            Pues puestos ante la grave circunstancia en que se encuentra la libertad de mi país, los gustos pasan a segundo término. Y el arcoíris se reduce a la simple confrontación del blanco y el negro. Y las simpatías al “ellos” o al “nosotros”. Duele las entrañas, pues normalmente un ser sensato, racional y pensante sabe que el mundo es multicolor y diferenciado y que poner las cosas bajo el reinado del maniqueísmo no puede sino terminar en catástrofe.

            Pero ¿cómo habría de tener la menor simpatía por los radicales, los comunistas y los socialistas chilenos, que en el colmo del mal agradecimiento le pagan a la democracia venezolana que los rescatara de las garras de la dictadura, los liberara, los recibiera y les garantizara condiciones de vida más que satisfactorias, en tanto que hoy dudan en apoyarla, y cuando ella sufre  bajo el yugo de la dictadura castro comunista, e niegan a condenar la dictadura de Nicolás Maduro y prefieren seguir atados a la tiranía cubana?

            De allí que esperase con verdadera ansiedad el desenlace de este primer capítulo de la confrontación prometida por Donald Trump con la tiranía castro comunista cubana. Que sólo un ignorante o un necio puede restringir estrictamente al caso y al territorio cubano. Se extiende, como no podía ser menos, a todos los ámbitos de la política internacional. Y en los cuales los Estados Unidos y todos los valores que ellos representan se vieron gravemente afectados por la carencia de patriotismo y la blandenguería complaciente y concupiscente de Obama y la Sra. Clinton con sus peores enemigos. Llevándolos al colmo de sacrificar a uno de sus más leales aliados, como Venezuela, por favorecer a una tiranía que le ha declarado la guerra a muerte desde antes de su nacimiento.

¿Favorecer el deshielo sin que se hubiera verificado un solo cambio en la disposición de la tiranía castro comunista a avanzar hacia la democratización de la isla? ¿Sin siquiera pedírselo? ¿Perfectamente conscientes de que Cuba ha invadido a Venezuela y la ha convertido en su primera colonia en Tierra Firme? ¿Ponerle fin al deshielo sin exigir a cambio el retiro de sus tropas de ocupación de territorio venezolano? ¿O es que el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA no sabían que Nicolás Maduro es un lacayo de Raúl Castro? ¿A qué comprobación esperaban? ¿Al acto de anexión territorial, institucional, estatal y constitucional que ahora pretenden imponerle a los venezolanos con la farsa constituyente?

            Por supuesto que disiento de todos aquellos venezolanos demócrata liberales a la norteamericana o de aquellos socialdemócratas a la europea que se espantan por las extravagancias, desplantes y boutades twiteras de Donald Trump. Los acompañaría en sus sarcásticas manifestaciones contra quien consideran un bufón, si no hubiera enfrentado a Assad desatando su artillería frente a la costa siria ni hubiera decidido ponerle un fin sin compromisos al deshielo en las relaciones norteamericano cubanas, echando al tacho de la basura la indigencia política, intelectual y moral de la pareja Obama Clinton y dándole un parado innegociable a la tiranía castro comunista cubana.  Así se nieguen a creerlo, tales demócrata liberales de todo pelaje y condición, alcahuetes con las dictaduras y pacifistas a ultranza se niegan a aprender de las extraordinarias lecciones que Winston Churchill les diera a los apaciguadores de Chamberlain. Y siguen convencidos de que con buenos modales y una política “correcta” se resuelven los problemas del mundo.

            No me gusta Trump. Pero lo prefiero mil veces a un Obama que antes de tomarse en serio la tragedia venezolana y ponerle frente a la invasión cubana, prefirió tomarse una foto en La Habana estrechándole la mano ensangrentada a uno de los peores tiranos del Caribe. Y anular ese decreto infame todavía es poco. La deuda histórico moral que carga la tiranía cubana no debe ser olvidada: sesenta años de sufrimientos sobre todo un pueblo, devastación y muerte de varias generaciones de latinoamericanos y la destrucción y barbarie de un pueblo bueno y generosos como el venezolano. La deuda no está saldada. Bastaría con saldarla para que el bufón se convirtiera en un héroe.

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