Esas sillas vacías

por

Carolina Jaimes Branger

Twitter: 

@cjaimesb

Una foto que circuló esta semana por las redes hasta volverse viral mostraba a una silla vacía con la bandera de Venezuela extendida en el respaldar y sobre ella, un diploma y una cajita con un anillo. Era la silla del joven Cristian Alexander, quien está preso por protestar, como tantos otros jóvenes que exponen sus vidas para tener un país donde el futuro no les sea conculcado. La novia de Cristian decidió que ése era un homenaje adecuado para el muchacho el día que no pudo asistir –como debería haber sido- a su graduación de bachiller.

En la Venezuela de hoy no sólo la silla de Cristian está vacía. Son muchas las sillas vacías. Cada día se suman una, dos, tres, cuatro y muchas más. Las sillas de quienes han sido asesinados. Las sillas de quienes están presos. Las sillas de quienes se han ido del país. Sillas en sus casas. Sillas en sus escuelas. Sillas en sus universidades. Sillas en auditorios. Sillas en el cine. Sillas en la playa. Sillas en casa de los amigos.

Esas sillas vacías son símbolos silentes de las pérdidas físicas que hemos tenido. De los talentos que se han marchado. De la pérdida de tiempo que significa tener preso a un muchacho porque simplemente, protesta. No sé por qué a algunos se les olvida tan rápido lo que sentían cuando eran jóvenes. Ese fuego interno que guía las acciones es indetenible. Y porque hemos sido jóvenes deberíamos saber que esos sueños, esas ansias y esos ímpetus son los que han cambiado al mundo. Aquí en el gobierno hay unos que alguna vez se autodenominaron “idealistas” que están reprimiendo con más ferocidad que los feroces a quienes se opusieron en su momento.

Los izquierdistas han querido para sí el monopolio de la sensibilidad social, del amor por el prójimo, del servir con desprendimiento. Y lo que han demostrado es que cuando llegan al poder son los más insensibles socialmente (pienso como ejemplo en un asesino sanguinario y violento como el Che Guevara), que no quieren ni a sus madres cuando les representan un problema y que eso de servir, no va con ellos. A ellos que los sirvan. Por dinero hacen lo que sea. Y los jefes lo saben, de manera que los corrompen para tenerlos dominados. Ergo, Hugo Chávez.

Hablando de sillas, yo espero que cuando salgamos de esto, pensemos bien en quién vamos a sentar en la silla de Miraflores. En quiénes vamos a sentar en las sillas de los gobiernos regionales. Que dejemos de buscar mesías y que entendamos de una vez por todas que la educación es el único camino. También debemos considerar si vale la pena tener fuerzas armadas…

¡Pobre del país donde el régimen asesina a sus jóvenes! ¡Pobre del país donde ponen presos a los jóvenes sólo por protestar! ¡Pobre del país del que se van sus jóvenes!

Creo que fue Marco Aurelio quien dijo “serás joven mientras seas capaz de amar lo bello, lo bueno, lo grande”. Quienes hoy reprimen, dejaron de ser jóvenes hace mucho tiempo, aun cuando no tengan mucha edad. Sus almas envejecieron porque la maldad envejece. Son cabezas sin cerebros, cuerpos sin almas.

Las sillas vacías -temporal o permanentemente- nos recordarán siempre que hubo unos valientes que estuvieron dispuestos a dar todo, hasta la vida, por soñar con un país mejor. Nos recordarán a quienes, con el alma partida en dos, decidieron buscar en otro lado lo que aquí se les niega. Es un compromiso no olvidarlos. Y saber que existen o existieron quienes se sentaron alguna vez en ellas, será razón suficiente para seguir en esta lucha en las que nos va la vida, los sueños, la felicidad.

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