En Venezuela, el único país del mundo donde públicamente están involucrados en narcotráfico altos personeros del régimen, “no hay un Gobierno, sino una mafia criminal”, “una mafia narco terrorista genocida”, con una oposición igualmente delictiva integrada a esa “estructura de crimen organizado” en cuya cúspide Maduro dice que se parece a Sadam Husein. Es sabido, todos los criminales se creen irreductibles, hasta caer abatidos, mientras eso sucede, hacen valer su fuerza, por ejemplo, imponiendo el fraude constituyente mediante una acción punible, por eso para Trump no basta decirles delincuentes, hay que tratarlos como tal ya que convirtieron al régimen narcoterrorista de Venezuela en un grave problema para el mundo.
No hay posibilidades pacificas electorales y constitucionales contra los hampones que integran la “banda de crimen organizado” que tiene secuestrada a Venezuela y quieren convertirla en el Holocausto del Siglo XXI, ante los ojos de la comunidad internacional y de la MUD-ANV, eso sí, culpando de sus maldades a otros; resultando alarmante que nunca antes en la historia de Venezuela se habían comprometido las FANB con un grupo de delincuentes como en la actualidad, decretando un Estado de terror, cuajando el idioma de la barbarie, delirando con la violencia, con las cárceles abultadas de más presos políticos, a causa de una revolución de utilería, utilizada como fachada de un cartel de narcotraficantes, jugando al totalitarismo vía fraude constituyente, sin oposición, cuyo expediente incluye: narcotráfico, narcolavado, terrorismo, desplazados y delitos de lesa humanidad. Eso nos da un país invadido por mafias, narcotráfico y terrorismo actuando impunemente.
Parafraseando al abogado Rafael Sánchez González, en su trabajo ¿Es Venezuela un Estado Delincuente?, el verdadero responsable de los delitos cometidos por los funcionarios públicos y demás personas ligadas al gobierno venezolano, es el Psuv, por ser una organización de delincuencia organizada que estaría dando lugar a un “estado fallido”, potenciado por la verdadera injerencia extrajera existente aquí: la cubana, del narcotráfico y el terrorismo islámico. Así las cosas, es extraño que a algunos les haga ruido las palabras “intervención militar” y no “narcodictadura militar con nexos terroristas”, más grave aún, se esfuerzan en legitimarla después de declararse en desobediencia, convirtiendo a la Asistencia Militar Internacional en la única opción que nos liberaría de un holocausto, anticipado por un genocidio silente ante el cual es un crimen rechazar esa ayuda profesional y efectiva.
Un pueblo sacrificado merece algo más allá del argumento de no perder los espacios, algo más allá del rechazo al uso de la fuerza contra Maduro mientras no hacen nada para que no asesine venezolanos, algo más allá de la cohabitación con la que la represión aumenta cada segundo y la saña también, porque esto ya no es un tema político, más bien es punitivo, así se admite hasta en el mundo del espectáculo, el líder de Maná, Fher Olvera, manifestó: “Maduro es un asesino y lo van a tener que meter preso a él y todo su régimen”. Y es que el mundo está atento porque el gobierno venezolano es crimen organizado y ven a la Mud enfrascada en darle matices de democracia con elecciones, reconociendo tácitamente a la ANC, menospreciando las graves y negativas consecuencias en el ámbito internacional. En ese contexto, una intervención militar de EE.UU. es el sello inequívoco de la incapacidad de una dirigencia política opositora ante grupos criminales que jamás entregarán el poder por la vía electoral.
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