Cinco claves de la crisis de Corea del Norte: por qué esta vez es diferente
Por
Daniel Iriarte
La de 2017 es la tercera emergencia nuclear relacionada con el país asiático. Sin embargo, en esta ocasión, el foco no está puesto en lo que hará Pyongyang, sino en cómo reaccionará Washington
El mundo se ha enfrentado antes a los intentos norcoreanos de adquirir capacidades nucleares, y ha manejado la situación mediante negociaciones, diplomacia y sanciones, en parte porque cualquier operación militar tendría un coste devastador. Sin embargo, Corea del Norte ha tomado por sorpresa a todo el mundo al culminar en secreto sus programas de misiles y armamento nuclear. En esta ocasión, el foco está puesto en cómo reaccionará EEUU.
¿Qué hay de nuevo en esta crisis?
En realidad, esta es la tercera crisis nuclear relacionada con el país asiático en el último cuarto de siglo. La primera se produjo en 1994, cuando Corea del Norte empezó a separar plutonio para la fabricación de armas nucleares, y culminó en un acuerdo marco a finales de ese mismo año. Sin embargo, el pacto saltó por los aires en 2002, después de que la Administración Bush obtuviese pruebas de que Pyongyang estaba enriqueciendo uranio de forma clandestina, dando lugar a la segunda crisis, que en realidad nunca se ha cerrado.
Corea del Norte tiene armas nucleares desde 2006. Lo que ha desatado esta nueva escalada de tensión en 2017 es la constatación, por parte de los expertos internacionales y servicios de inteligencia occidentales, de que Pyongyang estaba a punto, por un lado, de desarrollar misiles balísticos intercontinentales (ICBM) capaces de llegar a casi todo el planeta, y por otro, de miniaturizar las cabezas nucleares para introducirlas en esos proyectiles. En suma, de adquirir la capacidad de lanzar un ataque atómico contra cualquier país, y especialmente contra Estados Unidos. Los especialistas consideraban que podía ocurrir alrededor del año 2021.
Esta era, de hecho, la gran preocupación de la Administración Obama, que no logró la más mínima concesión del régimen de Kim Jong-un. Donald Trump llegó a la Casa Blanca prometiendo resultados (“¡No ocurrirá!”, dijo el nuevo presidente en un célebre tuit), pero su fracaso fue aún más estrepitoso: contra todo pronóstico, Corea del Norte probó en julio un misil capaz de alcanzar Alaska, y en agosto los servicios de espionaje surcoreanos y estadounidenses concluyeron que la miniaturización era una realidad, o estaba a punto de serlo: se había cruzado ese ‘umbral nuclear’.
¿Qué puede hacerse?
Llegados a este punto, la mayoría de los expertos consideran que la mejor opción es la coexistencia con una Corea del Norte con capacidad nuclear, mediante una estrategia de contención similar a la que EEUU y sus aliados desplegaron frente a la URSS. Una acción militar supondría la pérdida de millones de vidas incluso en el mejor de los casos, algo que la mayoría de los observadores considera un precio inaceptable.
Hasta ahora, el único paso que se ha dado han sido la aplicación de nuevas sanciones, tanto por parte de EEUU como de Naciones Unidas. No obstante, la Administración Trump se ha negado a considerar la opción de unas conversaciones de desarme, optando en su lugar por amenazar a Corea del Norte con la destrucción. Si lo que se buscaba era que Pyongyang cediese a la presión y cambiase de actitud, el resultado ha sido el contrario.
Uno de los problemas de la posición de EEUU es que no parece tener claro qué desea respecto a Corea del Norte, si un cambio de régimen o un mero cambio de actitud. Y sin una decisión firme en ese sentido, es difícil afrontar un problema tan complejo como el de la península de Corea.
¿Pueden ser eficaces las sanciones?
Corea del Norte está considerado el país más sancionado del mundo, lo que no ha impedido que su régimen haya continuado con sus diversos programas de armamento, cuya culminación es la bomba de hidrógeno detonada este fin de semana, el artefacto más potente probado jamás por Pyongyang en toda su historia, capaz de destruir una ciudad de tamaño medio.
Aunque las sanciones han dañado enormemente la economía norcoreana, no han sido capaces de tumbar la dinastía de los Kim. El siguiente paso, que propugnan algunas voces, podría ser un embargo a las exportaciones energéticas de otros países a Corea del Norte, pero la medida es muy controvertida: muchos observadores consideran que supondría un castigo terrible para la población civil —que con toda probabilidad sufriría el grueso de las restricciones— y podría desestabilizar seriamente al régimen, lo que lo volvería más peligroso.
Otros expertos creen que sigue habiendo espacio para aplicar las llamadas sanciones secundarias, es decir, penalizaciones contra aquellas compañías extranjeras que colaboren con Corea del Norte. Sin embargo, existen limitaciones a este enfoque: la reciente aplicación de una medida de este tipo por parte de EEUU contra entidades e individuos rusos y chinos por su colaboración en el programa armamentístico norcoreano ha generado importantes protestas de los gobiernos de ambos países, que amenazan con represalias.
Fuente: http://www.holaiberoamerica.com/