Nunca ha habido en América Latina un colapso comparable con lo que ocurre en Venezuela

por 

Ricardo Hausmann

 

No hay crisis en Latinoamérica que la historia recoja y llegue a los niveles de lo que vive hoy Venezuela”, afirma el economista Ricardo Hausmann, ex ministro de su país (1992-93) y actualmente docente en Harvard. Asegura que un plan de rescate que permita, para 2030, recuperar aunque sea los niveles de vida de 2012, sería un enorme éxito. A continuación, un resumen de la entrevista realizada por El País.

—¿Qué evaluación hace de la actual coyuntura?

—Según las estadísticas disponibles, nunca ha habido en América Latina un colapso comparable con lo que ocurre en Venezuela. El PIB ha caído en más de 45% con respecto a 2013. Las importaciones lo han hecho en más de 80%. Las importaciones del sector privado en más de 90%. Ha salido más del 10% de la población del país en menos de 4 años. De los que utilizaban twitter y solo tuiteaban desde Venezuela entre febrero y abril del 2017, para febrero-abril del 2018, 9,7% dejaron el país.

Los venezolanos están perdiendo peso a pasos agigantados. El salario mínimo, que en 2012 compraba 72.000 calorías al día, hoy no compra ni 800 si se usara el 100% de este para comprar la caloría más barata, que es la yuca. Para comprar proteínas alcanza para 1 huevo al día. En el país no están las calorías, las proteínas ni las medicinas para que sobrevivan 30 millones de personas. Por eso, de acuerdo a la Encuesta de Condiciones de Vida realizada por las 3 universidades más prestigiosas del país y con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, más del 80% de los venezolanos están en condición de pobreza y han perdido más de 25 kilos de peso en los últimos 2 años.

Insisto en que es el momento de mayor deterioro de la historia de América Latina. Es más del triple de la caída del PIB del Uruguay a principios de los 2000 y más del doble que la del Uruguay en la década de los 80. La hiperinflación, que ya excede el 50% mensual (definición formal de hiperinflación) todos los meses desde septiembre del año pasado, es de las más largas del mundo. Es mayor a las de Nicaragua, Bolivia, Perú y mucho más grande de las que se vieron en Argentina o Brasil en los años 80.

—¿Qué condiciones debería reunir un eventual “plan de rescate”?

—Un plan de rescate tiene que pasar por un cambio de régimen. No veo como esta dictadura pueda hacer nada que sea creíble para la población, para los agentes económicos que tienen que creer en la recuperación y para la comunidad internacional. Tiene que reempoderar a la sociedad con los derechos económicos más elementales, como el derecho a la propiedad, a adquirir divisas en el mercado, a fijar precios según la oferta y la demanda, en fin, a volver a dejar que funcionen los mecanismos de mercado para que las necesidades de unos se conviertan en las oportunidades de ingreso de los que estén dispuestos a suplir esas necesidades. Es necesario acabar con la escasez de divisas y resolver el sobre-endeudamiento de la economía: Venezuela es el país con la relación deuda externa pública a exportaciones más alta del mundo por amplio margen, pues el gobierno usó el período del boom petrolero para endeudarse en vez de ahorrar y ahora producimos 1/3 del petróleo que Venezuela producía cuando Chávez llegó al poder. Además, se necesitará una fuerte inyección de divisas para financiar la importación de materias primas, insumos intermedios, repuestos y medicinas necesarios para impulsar el sistema productivo y el de salud.

—¿Cuáles son los costos a afrontar?

—La sociedad no puede pagar costos netos adicionales y mucho menos en el corto plazo. Para salir del foso, no podemos pensar en un programa que implique sacrificios a corto plazo para obtener beneficios posteriores. Es necesario un plan que implique una recuperación de los niveles de vida desde el primer día. Para ello, es imprescindible una moratoria y una renegociación de la deuda pública externa con un recorte (haircut) que va a tener que ser muy grande. Además, necesitaremos donaciones, especialmente en los 2 primeros años por montos que deberán estar en el entorno de US$ 20.000 millones. Y finalmente un programa de financiamiento internacional liderado por el FMI de unos US$ 60.000 millones en los primeros 3 años. Tendremos que tener una reestructuración muy profunda del sector petrolero que en este momento se encuentra totalmente quebrado tanto financiera como operativamente.

—¿Quiénes podrían o deberían sumar su apoyo en un plan como el que plantea?

—Hará falta ayuda de muchos. Unión Europea, Canadá, EE.UU., Japón, China y América Latina. Creo que de haber una transición política legítima, va a haber mucha buena disposición. Y cuando se sepa la realidad del país, una vez salido este régimen que miente y desinforma, el mundo tomará conciencia de la catástrofe humana que representa el país hoy.

—¿Cómo se detiene la inflación y se restablecen condiciones creíbles para el tipo de cambio?

—La inflación entre julio 2018 y julio 2017 alcanzó 82.766% según la Asamblea Nacional. El FMI cree que va hacia 1.000.000% para fin de año. La inflación del mes de julio 2018 con respecto a junio 2018 fue de 125%. Esto corresponde a una tasa anualizada de 1.683.311%.

Lo fundamental para detener la inflación es financiar el déficit fiscal con recursos reales. Eso permite parar la emisión inorgánica de dinero, que representa hoy las partes del ingreso fiscal. Esto se podrá lograr con las donaciones y la financiación del FMI. Dado esto, los detalles del régimen cambiario —qué tan fijo o qué tan flexible— son aspectos de segundo orden.

—¿Y el aparato productivo? Venezuela dejó de producir mucho de lo que consume…

—El colapso de la producción en Venezuela se debe al colapso de las importaciones. Esto dejó a las empresas sin materia prima, insumos intermedios y repuestos, lo que produjo el descalabro de la producción desde 2012. Estas importaciones van a ser financiables con los mismos recursos en divisas que mencioné anteriormente: el gobierno tiene gastos principalmente en moneda local, pero se va a financiar con donaciones y préstamos multilaterales. Para hacerse de moneda nacional, el gobierno tendrá que vender esas divisas a los importadores a cambio de la moneda nacional. Con esas divisas el aparato productivo podrá arrancar. Así sucedió con el Plan Marshall en 1948.

Además, hay un problema de destrucción de derechos de propiedad que hay que volver a garantizar. Y es imprescindible recuperar las empresas expropiadas que han sido destruidas en el sector acero, cemento, supermercados, manufacturas, servicios agrícolas y petroleros entre otros.

—En un escenario de recuperación, ¿qué papel juega el petróleo?

—Este gobierno destruyó a Petróleos de Venezuela (Pdvsa). La recuperación de la producción de petróleo en el país va a tener que hacerse fuera de Pdvsa, pues esta empresa no tiene ni los recursos ni la capacidad de endeudamiento para aumentar la producción. Tendremos que adoptar una estrategia que se asemeje mucho más a la de Colombia, México y Brasil. La inversión privada en petróleo va a ser una fuente muy importante de recuperación.

—Cualquier plan de salida condiciona el futuro. ¿Hay condiciones para asumir compromisos a largo plazo?

—Tenemos que pensar en un gobierno de transición relativamente breve y un retorno a la normalidad democrática. Ese gobierno de transición va a necesitar implementar un plan de estabilización y recuperación, de la mano de la comunidad internacional. Hay muchos temas de largo plazo que tendrán que ser decididos por el sistema político una vez se retome la normalidad democrática. Por ello, el gobierno de transición debe ocuparse de lo impostergable y preservar la libertad de los venezolanos de construir su futuro.

—¿Cuánto se incrementa el costo social y económico de un proceso de recuperación en la medida en que se mantiene la actual situación?

—El costo social y económico de cada día de gobierno de Maduro es indescriptiblemente alto. En el mes de julio del año pasado hicimos un ejercicio numérico del plan de recuperación. Cuando lo rehicimos en días recientes tomamos nota de la magnitud de la destrucción adicional: la producción petrolera ha caído 30% en 12 meses. El PIB total cayó 15% más. El dólar, que hace 1 año estaba en 8.000 bolívares, hoy está por encima de los 4.000.000. Hay cientos de miles de nuevos refugiados en el último año. Y temo que cuando sepamos las cifras de mortalidad nos daremos cuenta que esta crisis probablemente haya costado casi 1 millón de muertes.

—¿Qué horizonte se puede trazar para pensar en una recuperación, que tiempo puede llevar?

—El país va a pasar muchos años antes de que regrese a niveles de vida que conoció en su pasado reciente. Un plan que recupere los niveles de vida del 2012 para el año 2030 sería uno de los más exitosos jamás visto. Pero eso no debe deprimirnos. Lo importante es que las cosas mejoren permanentemente. Y que la sociedad aprenda algo realmente valioso de la catastrófica aventura chavista en la que se metió.

—¿Qué enseñanzas deja este proceso?

—Creo que en la década del 90 la sociedad no entendió que tenía que cambiar. Entre 1920 y 1980 fuimos la sociedad con mayor crecimiento en el mundo. Pero este crecimiento estuvo basado en el petróleo. Cuando yo nací en 1956, Venezuela era un país de 7 millones de habitantes que exportaba 3 millones de barriles de petróleo. Hoy es un país de 30 millones que exporta 1 millón de barriles. Ese empobrecimiento el sistema político y la gente no supo entenderlo y enfrentarlo.

Chávez lideró la oposición a los cambios necesarios y la sociedad le dio el poder. Cometió todos los errores económicos conocidos e inventó unos cuantos. Espero que el país, luego de esta experiencia, entienda que crear valor requiere empoderar a la gente para que pueda crear valor, no darle derechos sobre lo que no tenemos.

—¿Qué otras reformas necesita implementar el país?

—Hay muchísimas cosas que hacer, pero no todas tienen el mismo nivel de urgencia y lo que se destruyó en 20 años de chavismo no se va a solucionar en un año. Al principio, es imprescindible recuperar la producción. Se necesita importar semillas, fertilizantes, agroquímicos y repuestos para aumentar drásticamente la producción de comida, porque 30 millones de personas no pueden vivir de la filantropía internacional. Hay que recuperar la producción de electricidad y agua. Poner a producir el aparato productivo que teníamos, garantizar la seguridad y recuperar el sistema de salud.

 

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