SALIR, IRSE, EMIGRAR

por

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

 

Emigrar supone mudar el cuerpo pero también el alma. Irse, cuando lo que tenías como horizonte era permanecer en tu lugar de origen, lleva en las entrañas una realidad que no es fácil describir, sobre todo porque irse equivale al destierro que te fractura por lo menos en dos: un pedazo se queda en la tierra donde naciste y otro lleva la mochila a cuestas por esos mundos de Dios.

En cuanto a mí, he sido afortunado. Salí con trabajo, con un norte más o menos visible allá a lo lejos. Obtuve una plaza como profesor en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y desde mi llegada sólo encontré muestras de afecto, de amistad, de respeto por el quehacer intelectual, de profundo y consolador espacio para llegar, para intentar crear, para estar.

En mis tres años en Quito, ciudad que va siendo parte de mis querencias más profundas, he hallado a muchos con menos suerte pero con agallas infinitas si lo que resta es plantarle cara al presente, al futuro. Después de todo, lo urgente pasa por darle un manotazo a la ignominia, eso que Maduro y su corporación del crimen instalaron a lo largo y ancho de un país, lo cual exige tomar el morral, echar ahí lo poco que puedas remolcar en la huida, y lanzarte a la aventura como Quijote lanza en ristre para desfacer entuertos.

Los he visto llegar apenas con lo que llevan puesto. Los he visto ofrecer en las aceras caramelos por algunos centavos y los he visto agradecer con sinceridad a prueba de fuego la ayuda que viene -a veces tarde, a menudo insuficiente- de otros capaces de encontrar enfrente el reflejo de sí mismos. En el fondo albergamos cierto sedimento que nos aproxima, humanidad que danza codo a codo en Quito, Buenos Aires,Tegucigalpa, Lima o Madrid.

Me alegra saber que desde aquí, a pesar de los pesares y más allá de incomprensiones bullendo a la vuelta de la esquina, gente hecha de madera única ha dado un golpe sobre la mesa. En Quito, nada más que por mencionar un par de ejemplos, el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) llevan adelante planes de ayuda que trascienden paños de agua tibia. La labor desplegada con uñas, corazón y dientes, dice mucho acerca de la realidad que atravesamos: frente a la indiferencia o señalamientos vanos, digamos, por el lugar de procedencia, cabe el trabajo apostólico, la entrega desinteresada de tantos, de muchísimos cuyo punto de fuga es echar una mano, curar, salvar vidas, ofrecer un lugar amplio para que no mueran anhelos e ilusiones. Lo digo con conocimiento de causa: desde la Universidad he tenido la magnífica oportunidad de acercarme, de participar en el proyecto PUCE-Solidaria y me faltan palabras para agradecer la buena voluntad, el espíritu de hermanos puesto a la orden mediante su Dirección de Identidad y Misión, a la que estoy adscrito. En fin, que la mano amiga y el abrazo sanador viven día a día, sin desfallecer.

Emigrar es una experiencia que implica cierta esquizofrenia, partición de cuerpo y alma que, como creo haber insinuado al comienzo, desgaja vidas enteras. Me refiero a la migración no sustentada en un proyecto de futuro. Me refiero por supuesto al hecho de salir como sinónimo de escape, de único y urgente modo de salvación cuando en tu tierra eres preso de conciencia, un convicto por tus ideas, por tu pobreza material o por tu falta de oportunidades. Exiliado aún sin haber echado a andar más allá de las fronteras.

Siento profundo respeto por quienes decidieron quedarse. Gente que resiste, que lucha con fiereza y estoicismo los zarpazos del poder omnímodo. Y siento asimismo admiración por quienes forman la diáspora, en su mayoría esparcidos por este planeta sin más andamios para caminar erguidos que la voluntad y la esperanza. Sé que esta verdad terminará por hacer del sufrimiento la escuela del renacimiento. Nada ni nadie me saca de la cabeza una convicción plena: la concreción de un ideal de libertad, la vuelta a sus orígenes de una familia desmembrada -Venezuela- cuya tragedia jamás debió ocurrir.

2 COMENTARIOS

  1. Hola profesor, mis respetos y admiración por su articulo, me veo reflejada en él, le deseo mucho éxitos y bendiciones, fuí una de sus alumnas en la UNEG

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