WEBINAR Y OTRAS ALERGIAS

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

Las palabras, como ciertos hongos o mariscos, pueden producir alergias. Descubrirlas  en esas páginas donde retozan origina vómitos, alucinaciones, visión nublada y, en el peor de los casos, pérdida de la conciencia. ¿Te imaginas?, vas por la calle y entre silbidos de contento y sonrisas de alegría chocas de golpe con ese término y es imposible voltear, hacerte el loco, alejarte, impedir tragártelo como si fuese espina de pescado porque ya lo has leído, lo engulliste, sientes su paso por garganta, tórax, un peso muerto en caída libre hacia el tracto digestivo cuya forma de arruinarte el día apenas comienza.

    Identidad, por ejemplo. La identidad de los pueblos, la identidad de algunas minorías, la identidad que nos denota en el presente debido a la preservación de lo más propio. Menuda palabreja, hueca hasta la última molécula de nada en el vacío. ¿Qué diablos es la identidad?, ¿qué supone frente a un universo de humanidad súper complejo? Existe identidad en alguien, en lo individual: Juan es así, Martha es quizás asao, y se acabó. Cada vez que identidad abre las fauces y se cruza en mi camino para decirme cómo son los maquiritares, los escandinavos o franceses, saco mis pistolas, y las saco en vano, claro: quedan sin efecto gracias al letal veneno que se cuece en sus entrañas. Basta una mordida, apenas su aliento mortecino para que cefaleas vayan y vengan, jadeos incontrolables aparezcan, erupciones de la piel gocen a sus anchas.

    O temática, pongo por caso. Ya no hay temas que tratar, sólo temáticas. Vaya lío el asunto, la temática del calentamiento global, la temática del transporte universal a propósito de los combustibles fósiles, la temática de cómo duermen las hormigas. Tengo un amigo también alérgico que solía responder, cuando un despistado desenvainaba el sable para esparcir el término maldito, que “cada temática tiene su solucionática”, y punto, y adiós, a otra cosa, a otras palabras y horizontes.

    Las hay para cualquier antojo, existen en función de gustos que son colas de pavo real. Aperturar, tensionante, empoderar -mal gusto por donde lo mires- . Apertura la puerta, apertura la nevera, apertura esa boca. Juro por lo más sagrado que el espanto cabe completo en esas líneas. Un horror tal que de lo lingüístico pasa suavecito al cuerpo, como baba salida de película de Hitchcock, dejando a su paso trozos de sí misma que cuelgan de tus dientes, embadurnan el paladar, se te enredan en las manos y chorrean vientre abajo como pasta maloliente mientras anida en tus pies. Una realidad sin asidero cuyas causas, por si te interesan, hay que buscarlas en pleno corazón de nuestro particular modo de vida, indolencia, analfabetismo y mala fe.

    Y el último grito de la moda: webinar. Fíjate qué moderna y acorde con los tiempos. La otra vez hallé tal monstruo en la pantalla del ordenador y casi muero asfixiado. Webinar posee la facultad de ir engordando apenas roza con tu lengua, así que acabas por atragantarte sin tiempo para espabilar y huir horripilado. Mal de consecuencias todavía inimaginables.

    Lo cierto es que el lenguaje carga en sus espaldas más que fonemas, letras, párrafos e información. Identidad o temática, aperturar, empoderar y webinar, tú suma y sigue, alimentados por la pólvora del sinsentido haciendo juego con el mundo descocado en el que chapoteamos. En cuanto a mí, por razones médicas y de otros pelajes me mantengo al margen. Así que no me vengan con la identidad de la tribu tal del Amazonas o con aperturar la exposición de fulano, zutano, mengano y perengano. Menos con la temática del día. Y con webinar, el colmo de los colmos, paso para siempre porque ya se me termina la paciencia, llega a su fin el equilibrio y, para aprovechar las malas pulgas, acabo también de una buena vez este escrito. Tengan todos un bonito día.

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