LO TANGENCIAL
por
-Roger Vilain-
X: @rvilain1
Hay gente que vive en lo tangencial. Lo tangencial es una forma de existir: conciliar cuanto te rodea con las gríngolas que llevas puestas.
Tengo un amigo que sigue al pie de la letra lo anterior. Ir al cine o enfrentar problemas de trigonometría supone para él actuar desde lo tangencial. Es mucho lo que se gana y mínimo lo que se pierde, afirma, pues obviar lo tangencial implicaría dolores de cabeza que de sólo pensarlos ponen el pellejo de gallina. Para más señas, echar a la calle esto de la tangente derivaría también en uso obligatorio de los cinco sentidos, en concentrarse en el vendedor de frutas o en la cajera gorda del supermercado y, por si fuera poco semejante película de horror, alentar sinapsis, miradas en lo absoluto tangenciales y posturas equivalentes a fruncir el ceño o flexionar los codos, como lo expresó Rodin en una de sus obras. No señor. No y no y no.
Observar el mundo sobre el horizonte de la tangente lleva bastante de filosófico, lo cual genera espacio suficiente para que mi buen amigo se aferre con uñas y otros adminículos sostenedores a la pared gelatinosa del día a día. Así, comer sushi con palitos chinos, escalar el Cotopaxi o darle vueltas al enigma peliagudo del ser pasa, nunca antes mejor dicho, por el puro y mero recodo, es decir, por la tangente que nos ocupa. Belleza por cualquier costado y uno feliz, como la lombriz.
No me negarás que lo tangencial es tan viejo como el mundo. Dependientes de la tangente, practicantes profesionales de lo tangencial, veedores de tales realidades pululan como bacterias en el caldo de cultivo donde chapoteamos. En cuanto a mí, observo con la devoción del caso y me confieso un aprendiz más o menos aventajado, según se mire. Entonces, a veces el tangencialismo que pretendo llega como anillo al dedo, como lomo de gato bajo la mano en el surfing de mi rutina diaria, de modo que ante laberintos sentimentales o frente a obstáculos de tipo laboral aquí me tienes: caigo parado aunque no lo creas, bendito resultado de lo tangencial que para qué te cuento.
Mi amigo, que es lo que se dice un profesional en la cuestión, noche y día navega de lo más orondo como flan resbaladizo sobre el plato. Entonces ríe como nadie, corre al bar de la esquina y brinda por la vida y por su filosofía. Lo acompaño en ocasiones, soy testigo participativo, y al fin todos terminamos con lágrimas en los ojos de pura alegría nada tangencial hasta la médula.
Ten por seguro que lo tangencial es el té de tilo en pleno caos. Si de niño la escuela, pongo por caso, o tu padre o la tía Clemencia sostenían el dale que te dale a propósito de aprender a mirar como los linces, de entrenarte en el enfoque al mejor estilo águila mientras correteabas por la vida, pamplinas. El tangencialismo bien llevado acaba por rendir siempre los mejores frutos. Que lo diga medio mundo, que lo griten tantos y tantos desde el inicio de los tiempos.
Ahora y siempre lo tangencial pasa por el desprejuicio y el coraje. Sólo así es posible embolsillarse un arte milenario. Piénsalo por un segundo, asúmelo si acaso me crees. Y luego me cuentas qué tal.