“El difícil oficio de opinar” por Laureano Márquez @laureanomar

“La tolerancia tiene como última frontera la imposibilidad de tolerar la intolerancia”

Ilustración generada con inteligencia artificial para Laceiba, usando ChatGPT (OpenAI)

El difícil oficio de opinar

La gente de La Ceiba ha decidido asumir el compromiso de abrir una sección de opinión en este espacio fundamentalmente informativo y de reflexión editorial. Por tal motivo, el joven Muchacho –perdón por la redundancia– me llamó para invitarme a inaugurar dicho cometido. Como estaba reciente el fallecimiento del santo padre, Ramón me sugirió que podía ser ese el tema, así que escribí sobre el cónclave, un poco en clave de humor («Con clave GPT»). Entre las tantas respuestas de los lectores, un par de comentarios críticos me hicieron meditar sobre el difícil oficio de opinar, particularmente en estos tiempos de redes y anzuelos.

Si queremos ir lejos en relación con este tema, podemos remontarnos a la teoría del conocimiento de Platón, quien distingue entre el conocimiento cierto de las cosas, que es la episteme o ciencia y la opinión (doxa), que tiene carácter subjetivo. La opinión, según el filósofo, está a mitad de camino entre la certeza y la ignorancia, por tanto, no está en el campo de lo demostrable y en ella es posible incurrir en el error. Pero Platón contempla también dentro de la doxa a la imaginación (eikasía). Un poema, una novela, un cuadro (incluso el humor) son también opiniones, en estos casos, producto de la imaginación. ¿Cómo determinar su corrección?, no es un asunto sencillo. El problema de nuestro tiempo, al parecer, es que hay una fuerte tendencia a considerar inaceptable la «errónea» opinión ajena y defender como verdadera únicamente la propia. Antes podíamos discutir, en el buen sentido, argumentando, los puntos de vista, ahora los discutimos en el mal sentido: el de la descalificación y la pelea.

La opinión genera, inevitablemente, opiniones sobre la opinión, en algunos casos, como apuntó un lector de La Ceiba en relación con mi artículo, se llega al extremo de considerar que ciertos puntos de vista no deben ser publicados. Quizá es esta la única opinión que uno no podría aceptar, porque representa una embestida irreversible en contra de la libertad, lo mismo, por ejemplo, que elegir democráticamente un gobierno no democrático. La tolerancia tiene como última frontera la imposibilidad de tolerar la intolerancia.

Cuando la opinión adquiere la forma humorística la cosa se complica un poco más, pues muchas veces el humor es tomado, automáticamente, como sinónimo de burla o de falta de respeto, como, en el caso de mi citado escrito, observó un lector a propósito de la comparación del Espíritu Santo con el ChatGPT en la elección del conclave.

Respondeo dicendum quod: Uno de los recursos de los que se vale el humor es la ironía (del griego eironeia que significa «disimulo» o «preguntar fingiendo ignorancia», como hacía Sócrates). Usualmente la ironía, aunque también el diccionario contempla la acepción de «burla», es una manera de subrayar que lo que se dice expresa lo contrario de lo que se quiere decir o, que al menos, no es exactamente lo que se quiere decir. La desmesurada comparación aludida entre la divinidad y una obra humana tenía un trasfondo irónico que podría resumirse en esta pregunta: ¿no estaremos sustituyendo en estos tiempos la iluminación interior requerida en la búsqueda de la verdad en nuestro espíritu por las respuestas que nos brindan recursos de IA como el ChatGPT? (el cual, dicho sea de paso, respondió muy apropiadamente, así que aprovecho para aclarar: «yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso. Errores no corrigen otros, eso es lo que pienso»). Por último, si mi argumentación no fuese suficiente, apelo a la autoritas del difunto pontífice, quien defendió repetidas veces la importancia del humor señalando que es, incluso, posible reír de Dios sin ofender los sentimientos religiosos de los creyentes, que no fue el caso, pues lejos de insultar, lo que se pretendía era exaltar el valor de la Inteligencia Artificial por comparación con la más elevada y sublime de las inteligencias: la divina.

En fin, opinar en estos tiempos es meterse en problemas, «hacer lío», como diría, nuevamente, Francisco. Creo que el propósito de La Ceiba es estimular la opinión, tanto de opinadores profesionales, como de los que opinan sobre sus opiniones, es propiciar el abierto y democrático debate, que en estos tiempos es posible de manera instantánea y que es tanto mejor cuanto más argumentadas son las doxas que se contraponen. Alguien dijo alguna vez que las mentes son como los relojes: todas tienen una hora diferente y todas creen tener la hora correcta… Me detengo y vuelvo sobre esta última frase y caigo en cuenta de que es obsoleta, viene de los tiempos en que teníamos relojes de manecillas que cada uno ponía en hora. Hoy, en tiempos digitales, todos los relojes tienen, de forma automática, la misma hora… ¡Susto!

Laureano Márquez P.

@laureanomar


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