SEXO ORAL

POR

Roger Vilain

-Roger Vilain-
X: @rvilain1

    La vida es un saco de gatos y hace falta cumplir años para darse cuenta. El otro día un amigo hablaba del genérico masculino y decía que su supervivencia, que su soberbia vitalidad cuando de darle a la lengua se trata, es muestra indudable de que en asuntos de lenguaje el machismo es cosa de lo más común. Ponía ejemplos de sobra y para darle fuerza a su argumento se sacaba de la manga aquella frase lapidaria, “todos los hombres son mortales”, asunto que trae a colación el hecho meridiano de que al decir hombre se dice también mujer, aunque ésta brille por su ausencia. Y ponía otros: “Los políticos son unos desvergonzados”, “Los de aquí son los mejores estudiantes”, “Estos obtuvieron un pobre rendimiento” o “Los niños del mundo representan la esperanza”. Así, aunque ellas, las obviadas damas, estén implícitas en las oraciones anteriores, mi querido amigo se rebela ante semejante insolidaridad lingüística. Golpea la mesa con los puños lo que a todas luces, según su perspectiva, no es más que otra forma de exclusión sexista.

    Pero un saco de gatos es un saco de gatos, qué se le va a hacer. Y lo que es peor, a veces el enredo aumenta de manera exponencial. En líneas generales la mayoría jura que sí -afirma mi amigo-, jura que el lenguaje es tan machista como cavernícola haciendo de las suyas y claro, más vale practicar lo políticamente correcto, es decir, pasear en público y a pecho descubierto al llamado lenguaje inclusivo. Carlos Andrés Pérez, político de otros tiempos y vivo como una ardilla, se olía el asunto, se protegía las espaldas y entonces disparaba parado frente un micrófono: “Venezolanos, venezolanas”. Los de ahora, para no ser menos, espetan llenos de felicidad: “compañeros y compañeras”, “usuarios y usuarias”, o “niños, niñas y adolescentes”. Un avance es un avance, imposible negarlo. Así que le sigo la corriente y le doy la razón.

    Mi buen amigo pone cara de vencedor, de guerrero triunfante. El lenguaje tiene la culpa del machismo en el que chapotea y no nosotros, ni de broma, que jugamos con las palabras a través de los siglos y somos quienes moldeamos significaciones, procuramos cambios semánticos y, en fin, creamos matices en cuanto a formas muy particulares de aprehender esta realidad que acabamos por edificar. Ni modo. Como en política, en quehaceres gramaticales los chivos expiatorios están a la orden del día, al punto de que aquí el índice acusador apunta nada menos que a la mismísima lengua. Menudos gatos los de este saco.

    Pero le doy la razón, he dicho. Mi amigo levanta un brazo, quizá la braza -cuidado con las exclusiones- y coge un cigarrillo o cigarrilla para fumar contento a toda leche y comprobar que su causa tiene fundamento -¿tendré que escribir fundamenta?- y así esperar por más y más y más individuos, y por supuesto individuas, capaces de arrojar lanzas o lanzos en aras de la igualdad, la horizontalidad y el trato igualitario. Mi artículo, que puede ser una artícula, supongo que a estas alturas hace perfecta justicia -obvio que también justicio- a las excluidas machistagramaticalmente.

    Sin dudas uno y por supuesto una a veces termina por no cumplir del todo, ni de la toda. Pero algo es algo -también alga-, que ya para lo demás poco a poco iremos, iremas de igual modo, viendo cómo salir adelante. Mientras tanto, vuelvo a repetir que mi amigo tiene toda la razón. Salvemos a las chicas de la exclusión gramatical pues de la exclusión en los trabajos, en las calles, en las universidades y en la vida diaria mira tú que el asunto va por otras rutas, sabrán los dioses cuáles. Pero es que la vida es un saco de gatos. Nada menos que un saco de gatos.

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