TERRAZA DE VERANO
POR

-Roger Vilain-
X: @rvilain1
Estoy en Granada y es la vida, porque donde está tu familia bulle la vida a fondo. Esta ciudad bendita hoy es el Paraíso. Sí, esposa, hija e hijo, y por supuesto amigos ya que en este lugar también ellos comienzan a existir -Pedro Pablo brilla con luz propia-.
España en el corazón, escribió Neruda. Cómo no comprenderlo ahora y yo digo con una Estrella Galicia helada y con Pérez Reverte en Territorio Comanche, página veintisiete, yo digo Granada en el corazón y alzo la copa y brindo a todo pulmón y media terraza me mira como se mira a un lunático porque debo andar reloco, idéntico a una cabra para ser exacto, harto de felicidad equina que sólo las cabras y yo asumimos guiñándonos un ojo, así que salud, salud, salud.
Camila me trae de Lisboa una caja de Handelsgold, tabacos fuertes como puño de bestia, entonces enciendo uno, doy algunas caladas, apuro la cerveza que es alimento de dioses para de inmediato volver a mis andadas, es decir, para continuar el regodeo, el goce hedónico según cantó el poeta, así que nada, afinco una bofetada a cuanto huela a soledad, a kilómetros de por medio, a miserable lejanía porque esposa, hija e hijo, Granada en el corazón y amigos que van llegando. Qué más puedo pedir, qué luego de semejante baño de perlas, de brillos de oro por donde meta los ojos, de terraza de verano y mira cómo suena el río.
Si Camila regresó de Portugal, muy poco antes de ocupar esta mesa Estrella Galicia de por medio, Territorio comanche enfrente, Granada en el corazón etcétera etcétera etcétera, a cuarenta y tres grados de cuchillo Daniel y yo anduvimos por terraza diferente, la del café Oriente para decirlo con detalle, nada menos que a dos pasos de la Puerta de Elvira, nada menos que en la boca del Albaicín, nada menos que en el alma de aquella Granada nazarí. Un café sencillo bañado en aromas viejos, en efluvios de Las mil y una noches. Café que no desentona en cualquier zoco marroquí mientras Daniel y yo a punto de salir fundidos, de derretirnos, claro, a cuarenta y tres grados a la sombra pero qué puede importar.
Él termina La metamorfosis, yo avanzo con Pérez Reverte en una guerra o en otra. Mostar, Sarajevo, Líbano, Nicaragua, El Salvador, Kabul, bombas, minas, metralla, putas, visitantes de postín para las fotos -políticos, intelectuales, faranduleros a granel-, torturadores, reporteros con los cojones en su sitio, violadores, bandos donde buenos y malos son ficción a estas alturas porque en el campo de batalla destripar y reventar ocurre aquí y allá sin miramientos.
Estoy en Granada y es la vida, astilla de los días, de los mejores días, clavada en la entraña más honda que se te ocurra imaginar. Una terraza de verano bien vale una misa. Una terraza de verano entre esposa, hijo e hija, amigos que aparecieron y sí, Granada en el corazón.