Política de desarrollo internacional basado en la ciencia

Por

Katherine Himes

y

Anne-Marie Slaughter

WASHINGTON – A simple vista, el pueblo al pie de las montañas Tian Shan se parece a otros pueblos vecinos. Los hombres están junto al canal con sus típicos sombreros de fieltro, los niños juegan en el río y las mujeres hornean naan, el pan kirguizio redondo y hojaldrado. Pero a diferencia de otras comunidades a lo largo del río Aspara, este pueblo se está ocupando de los problemas de seguridad del agua a los que se enfrentan, en lugar de ignorarlos.

Con el apoyo de un programa de desarrollo internacional basado en la ciencia, el consejo de administración del agua local, creado recientemente, ahora se reúne con un consejo similar del otro lado de la frontera internacional en Kazajstán. Juntos, los consejos solucionaron un problema que llevaba décadas y que afectaba la capacidad de alimentar a los niños, amenazaba la seguridad nacional e impedía el cumplimiento de un tratado de 1948 que determinaba cuánta agua podía usar cada población para sus cultivos

Mediante la aplicación de soluciones locales para los problemas de desarrollo, estos consejos kirguizios de administración del agua construyeron canales de desvío e instalaron un medidor sencillo para monitorear la cantidad de agua utilizada por cada pueblo. Construidos con materiales disponibles en los pueblos, los nuevos canales se conectan al medidor y a computadoras, permitiendo que existan datos del flujo del agua en tiempo real que son compartidos en cada pueblo. Si bien la asistencia para el desarrollo ha concluido, estos administradores internacionales del agua ahora están mitigando el impacto del creciente flujo de agua como consecuencia del derretimiento de los glaciares, a la vez que intensifican la demanda de agricultura regional diseñando en conjunto pronósticos del uso del agua y plantando cultivos resistentes a las sequías.

La administración científica del agua, en consecuencia, solucionó un problema de desarrollo y un problema diplomático, al aumentar la oferta de agua y fomentar hábitos de cooperación transnacional que les permiten a los pobladores hacer frente a los problemas. Un equipo de científicos e ingenieros, en lugar de diplomáticos y expertos en resolución de conflictos, puede ofrecer una lente pragmática valiosa sobre lo que puede parecer un conjunto complejo de cuestiones políticas y culturales. Durante las negociaciones de control de armamentos entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría y, más recientemente, durante las negociaciones internacionales sobre el programa nuclear de Irán, físicos occidentales e iraníes muchas veces encontraron puntos en común con más facilidad que los políticos.

Las soluciones para los problemas globales basadas en la ciencia y la ingeniería también han impulsado innovaciones relevantes, como la Revolución Verde, que abordó la devastación causada por el moho del trigo, y técnicas de inmunización de avanzada que redujeron drásticamente la propagación del sarampión y de la polio. Y esas soluciones siguen resolviendo problemas de desarrollo. Un microbicida recientemente desarrollado reduce la transmisión de VIH/SIDA en un 39%. Datos geoespaciales localizan fuentes de agua dulce y mejoran la efectividad de la asistencia para el desarrollo. Y una nueva herramienta de diagnóstico identifica la presencia de tuberculosis resistente a múltiples drogas y ayuda al personal médico a precisar tratamientos específicos.

La lista continúa. La Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna (FEWS NET por su sigla en inglés) alerta a los gobiernos sobre una posible escasez de alimentos. El Programa de Asistencia para Desastres Volcánicos ofrece información en tiempo real sobre desastres naturales inminentes, desde volcanes hasta subsiguientes terremotos y tsunamis. Con miras a futuro, células de combustible alimentadas con tierra podrían iluminar pueblos remotos para que los niños puedan estudiar mientras que plantas de desalinización del agua de gran escala pueden generar agua potable a partir de agua de mar.

Todos estos son ejemplos que Mark Green, que acaba de ser nombrado para encabezar la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por su sigla en inglés), debería tener en mente. El compromiso de Green con la “agenda de reforma de la ayuda” ha sido elogiado por organizaciones como la Coalición de Liderazgo Global de Estados Unidos, una red de CEOs y ONGs comprometidos con el mejoramiento del desarrollo y la diplomacia. Y estuvo profundamente involucrado en la creación de la Corporación para los Desafíos del Milenio, que ofrece ayuda a aquellos países que cumplen claramente con criterios económicos y políticos específicos.

Para promover sus objetivos, Green haría bien en mejorar el papel que juegan la ciencia y la tecnología en la práctica del desarrollo, creciendo sobre la base del trabajo del Laboratorio Global del Desarrollo de la USAID, creado por la administración de Barak Obama. La experimentación científica y la innovación tecnológica fomentan la efectividad y la responsabilidad a través de métricas de éxito y fracaso claras.

Las soluciones basadas en la evidencia exigen evidencia: resultados ofrecidos, no recursos invertidos. En consecuencia, se crean soluciones originales para el desarrollo basadas en la ciencia en paralelo con sistemas de monitoreo innovadores que requieren de una evaluación del programa. El resultado es un uso eficiente y efectivo del financiamiento público y privado.

Es más, las estrategias para el desarrollo basadas en la ciencia y la tecnología pueden evitar posturas partidarias. Más allá del intenso debate político en Estados Unidos en torno al cambio climático, la ciencia es defendida globalmente como un esfuerzo neutral, y muchas veces ofrece la posibilidad de una cooperación bilateral y multilateral que complementa -y fortalece- las relaciones diplomáticas. En los últimos años, una gran cantidad de agencias civiles -inclusive aquellas con un foco en la ciencia- se han venido involucrando en programas e iniciativas internacionales de asistencia, en áreas como la salud pública, la educación, la prevención de enfermedades, la capacitación de la policía, la promoción comercial  y el agua limpia.

Quizá más importante, el método científico inculca hábitos mentales -la búsqueda de la verdad, el conocimiento y la buena gobernancia- que no sólo son intrínsecamente valiosos, sino también esenciales para el progreso económico en el siglo XXI. En un discurso de graduación de 2016 en el Instituto de Tecnología de California, el cirujano y escritor Atul Gawande describió la ciencia como “un compromiso con una manera de pensar sistemática, una lealtad con una manera de construir conocimiento y explicar el universo a través del análisis y la observación fáctica”.

Ese compromiso implica una “manera de ser extraña”, continuó Gawande. “Se supone que ustedes tienen escepticismo e imaginación, pero no demasiado. Se supone que ustedes suspenden el juicio, pero a la vez lo ejercen. En definitiva, ustedes anhelan observar el mundo con una mente abierta, reuniendo datos y poniendo a prueba sus predicciones y expectativas en base a ellos”.

La ciencia y la tecnología nunca pueden ser una panacea; la neutralidad del método científico siempre irá en contra de las pasiones y los intereses de la política, que puede llevar a los científicos a crear gas nervioso y armas atómicas con la misma facilidad que semillas nuevas y agua desalinizada. Aun así, ahora más que nunca, en lo que el presidente ejecutivo de Alphabet, Eric Schmidt, llama la “era de la inteligencia”, la propagación de nuevas herramientas y hábitos para expandir el conocimiento es un elemento central del desarrollo humano en todo el mundo.

Twitter: @SlaughterAM

Este artículo fue originalmente publicado en www.projectsyndicate.org

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