El segundo gran impacto que formó la Luna
José Manuel Nieves
La cara oculta podría haber sido modelada por la colisión con un segundo satélite de la Tierra.
La cara oculta de la Luna podría haber sido modelada por la colisión con un segundo satélite de la Tierra, según acaba de revelar un estudio realizado por investigadores de la Universidad de California en Santa Cruz. Y eso podría explicar las sorprendentes diferencias entre las caras visible y oculta de la Luna, un misterio cuya solución se ha resistido durante décadas a los intentos de explicación de los científicos. La cara vista es, en efecto, notablemente plana, mientras que la oculta, con una corteza mucho más gruesa, está llena de colinas y montañas.
Ningún ser humano ha visitado aún la cara oculta de nuestro satélite. Allí, sin embargo, cerca del Polo Sur lunar, se encuentra la segunda mayor estructura de impacto de todo el Sistema Solar, solo superada por cuenca Borealis, de Marte. Se trata de la cuenca Aitken, con casi 2.500 km. de ancho y 13 km. de profundidad.
El nuevo estudio se basa en el modelo de “Impacto gigante” para el origen de la Luna, según el cual un objeto del tamaño del planeta Marte chocó contra la Tierra en algún momento de la juventud del Sistema Solar. La enorme cantidad de escombros y rocas lanzados al espacio por el colosal impacto terminaron uniéndose para formar la Luna. El estudio, sin embargo, sugiere que el mismo impacto contra la Tierra tambièn creó un segundo satélite, más pequeño, que al principio compartió órbita con la Luna, pero que terminó cayendo sobre ella y proporcionando así a una de sus caras una capa “extra” de corteza sólida de varias decenas de km. de grosor.
“Nuestro modelo -explica Erik Asphaugh, profesor de Ciencias Planetarias de la Universidad de California en Santa Cruz- funciona muy bien junto a los modelos de la formación de la Luna debido a un gran impacto, que predicen que tras la colisión debió de haber una cantidad realmente masiva de escombros alrededor de la Tierra, y más tarde alrededor de la Luna recién formada. Eso concuerda con lo que sabemos sobre la estabilidad dinámica de un sistema de esas características, sobre el tiempo que tardó la Luna en formarse y sobre la edad de las propias rocas lunares”.
Aspaugh, que junto a Martin Jutzi ya había realizado simulaciones informáticas sobre cómo pudo formarse la Luna tras la gigantesca colisión, afirma que la formación de otras “lunas compañeras” es un resultado bastante común de muchas de las simulaciones.
Lenta y sin cráter
En el estudio, Asphaug y Jutzi rizaron el rizo y utilizaron simulaciones del impacto de la Luna ya formada con un segundo satélite más pequeño (con cerca de un tercio de su masa) para estudiar la dinámica de esa colisión y rastrear la evolución y distribución del material lunar tras la catástrofe. El resultado fue que en las colisiones a baja velocidad, el impacto entre los dos satélites no llega a formar un cráter y tampoco hace que se funda una gran cantidad de roca. Sencillamente, la mayor parte del material impactante se acumula sobre el hemisferio que recibe la colisión y se convierte en una nueva capa de roca sólida, formando una región montañosa comparable en extensión con las elevaciones que realmente existen en la cara oculta de la Luna.
“Por supuesto -puntualiza Asphaug- los modeladores de impactos tratan de explicarlo todo con colisiones. Pero en este caso se requiere una colisión muy extraña: lenta, que no forme un cráter y que acumule todo el material en una sola cara. Y eso es algo nuevo en lo que pensar”.
La hipótesis de los investigadores es que la segunda luna quedó atrapada, al principio, en uno de los puntos Lagrange (en los que las gravedades de ambos cuerpos se equilibran) del sistema, pudiendo compartir así la órbita lunar durante un tiempo. Después, al alejarse la órbita lunar de la Tierra, el delicado equilibrio gravitatorio se rompió y las dos lunas chocaron.
“La colisión -afirma Jutzi- pudo haberse producido en cualquier lugar de la Luna. El cuerpo resultante estaba desequilibrado y tuvo que reorientarse de modo que una sola cara apunta siempre hacia la Tierra”.
El modelo explica también las variaciones que existen en la composición de la corteza lunar. En la cara vista, predomina un tipo de terreno relativamente rico en potasio, tierras raras y fósforo. Todos ellos, así como el torio y el uranio, debieron de concentrarse en el océano de magma que se mantuvo como roca fundida y que finalmente se solidificó bajo la gruesa corteza lunar.
En las simulaciones, la colisión aplasta, literalmente esta capa rica en potasio y fósforo en el hemisferio opuesto, preparando el escenario para el tipo de geología que hoy predomina en el lado más cercano de la Luna.