La verdad sobre las costumbres sexuales de los antiguos griegos
Una exposición del Museo Británico promete desvelar el significado de la belleza para los antiguos griegos. Pero mientras contemplamos las serenas estatuas de mármol de la exposición –tensos torsos masculinos y tiernas carnes femeninas– ¿estamos viendo lo mismo que veían en la antigua Grecia?
La pregunta que estamos planteando no es filosófica, más bien tiene que ver con nuestras expectativas y premisas sobre la belleza, el atractivo sexual y el propio sexo en sí. Los sentimientos que la belleza de rostros y cuerpos despiertan en nosotros sin duda nos parecen tanto personales como instintivos –exactamente igual a como presumiblemente les parecía a los antiguos griegos que por primera vez realizaron estas obras de arte y disfrutaron al contemplarlas. Pero nuestras reacciones están inevitablemente modeladas por la sociedad en la que vivimos.
La mentalidad de los antiguos griegos con respecto al sexo era diferente de la nuestra, pero ¿qué hay de cierto en todos estos mitos sobre su vida sexual? ¿Y cómo afectan de hecho a nuestra forma de ver el arte?
A continuación exponemos los hechos que ocultan los tópicos y creencias más habituales sobre esta cuestión.
Los hombres griegos eran todos bisexuales
Ciertamente era algo normal en la antigua Grecia que un hombre encontrara atractivos a ambos sexos. Pero la vida privada de los hombres de la Atenas clásica –la ciudad que mejor conocemos de la antigua Grecia– era muy diferente de cualquier cosa que un hombre “bisexual” pueda experimentar en nuestros días.
Las relaciones entre hombres de la misma edad no eran habituales en absoluto: en su lugar, las relaciones homosexuales típicas eran las que mantenían un muchacho adolescente y un hombre adulto. Los hombres de la antigua Grecia también utilizaban los servicios de prostitutas regularmente: podía conseguirse sexo de forma barata en una ciudad que albergaba innumerables burdeles, prostitutas callejeras y “acompañantes” femeninas. En cuanto a las relaciones maritales, los hombres rara vez se casaban antes de cumplir los treinta, y aparte de la noche de bodas era habitual para las parejas casadas dormir separados.
Estas muy diversas relaciones sexuales aparecen reflejadas en las pinturas de la cerámica clásica de formas sorprendentemente diferentes. Para las relaciones entre individuos del mismo sexo, habitualmente predominan las escenas de cortejo y seducción; para la prostitución, el acto sexual propiamente dicho; y para el matrimonio, el momento en el que el novio lleva a la novia a su nuevo hogar.
Pintura sobre un ánfora en la que se observa a dos jóvenes manteniendo una relación sexual. Curiosamente, uno de ellos empuña un aro. (Dominio público).
Las mujeres griegas tenían matrimonios concertados
Esta afirmación es cierta en gran medida. El padre de una joven tradicionalmente creía que su deber era encontrar un marido adecuado para su hija y, significativamente, tomaba asimismo parte activa a la hora de encontrar una buena esposa para su hijo. En Atenas, las muchachas se casaban por lo general a la edad de 16 años, habitualmente con un hombre que las doblaba en edad, a menudo un tío paterno o socio de su padre.
Estatua de mármol de una Afrodita desnuda agachada mientras toma un baño, conocida popularmente como Venus de Lely. Copia romana de un original griego, siglo II d. C. Museo Británico (Marie-Lan Nguyen / CC BY 2.5)
Podría esperarse de este tipo de acuerdos que condujera a matrimonios infelices, pero de hecho encontramos ejemplos de parejas que se amaban. En términos de arte, lo que encontramos particularmente emotivo son los tiernos retratos de las esposas en las lápidas de sus tumbas, en las que habitualmente se presenta a las mujeres como fieles compañeras y madres amorosas.
Resulta interesante el hecho de que la novia se convierta en una figura de alto interés erótico en la Atenas del siglo V a. C. Las pinturas que observamos en las piezas cerámicas de esta época a menudo nos muestran a mujeres jóvenes vistiéndose o adornándose con joyas justo antes de su boda, o en el momento de ser conducidas de la mano por el novio, con un Eros alado revoloteando en la escena.
Cortejo, copa ática de figuras rojas hallada en Vulci (CC by SA 3.0).
A los griegos les gustaban jovencitos
Al igual que se consideraba sexy a las jóvenes novias, los hombres encontraban atractivos a otros varones principalmente cuando se trataba de muchachos adolescentes. El encanto sexual de un joven comenzaba a menguar en el momento en el que empezaba a crecer su vello facial y corporal, y esta estrecha franja temporal de atractivo sexual quizás explique el revuelo que despertaban jóvenes de gran belleza como el famoso Cármides. Según Platón, en la escuela de lucha todo el mundo miraba a Cármides “como si fuera una estatua”, y el propio Sócrates “se enciende” cuando ve lo que hay bajo el manto del muchacho.
Aunque Cármides y otros bellos jóvenes –de ambos sexos– son descritos como “bellos” y “de hermoso rostro”, los autores griegos rara vez mencionan rasgos faciales específicos. No tenemos mucha idea de qué tipo de ojos o labios encontraban atractivos, por ejemplo. ¿Existe una conexión entre esta aparente falta de interés en los rostros y las serenas –hay quien diría vacías– expresiones que encontramos en la mayoría de estatuas clásicas?
Además de los jóvenes de piel tersa y cuerpos esculpidos en el gimnasio, los antiguos griegos también admiraban el físico del hombre adulto, como podemos apreciar en las estatuas de atletas, dioses y héroes a la hora de comprender el concepto de belleza en la antigua Grecia. La versión clásica ateniense de Miss Universo era un concurso de belleza masculino, el Euandria, una competición de “hombría” cuyos participantes eran juzgados por su fuerza corporal y por sus capacidades, además de por su aspecto físico.
Escena de un banquete: un hombre adulto se reclina sobre un diván mientras un joven muchacho toca el aulós, instrumento de viento de la antigua Grecia. Tondo de una copa ática de figuras rojas (Dominio público).
Los griegos sabían cómo divertirse
El symposium (fiesta masculina en la que se consumían bebidas alcohólicas) era la ocasión en la que los antiguos griegos se desmelenaban. Una oportunidad para que hombres adultos y también jóvenes estrecharan lazos, y que solía tener además un marcado componente erótico. Los invitados a los ‘symposia’ flirteaban unos con otros mientras esclavos servían bebidas, y había también prostitutas contratadas como “animadoras” para la velada.
Las copas de las que bebían los invitados a estos eventos a menudo estaban pintadas con escenas eróticas, que iban desde miradas insinuantes hasta explícitas orgías. Pero si estas escenas reflejan realmente lo que ocurría en estas fiestas ya es otro tema. En una interpretación decepcionante para todo aquél que guste de creer que los antiguos griegos estaban libres de todo complejo sexual, estas imágenes de orgías podrían ser simplemente una fantasía erótica, o quizás una irónica advertencia de las posibles consecuencias del consumo excesivo de alcohol.
Las magníficas estatuas del Museo Británico se encuentran a todo un mundo de distancia de aquellas imágenes eróticas. ‘Defining Beauty’ (“Definiendo la belleza”, nombre de la exposición) huye de los cuerpos entrelazados y orgiásticos excesos de los symposia en favor de una estética más refinada, aparentemente de otro mundo. Pero la trémula carne aún está presente –y la cuestión de si esta belleza aún resulta atractiva en nuestros días es algo que se encuentra en el ojo del observador.
Imagen de portada: Numerosos registros históricos sugieren que a los hombres adultos de la antigua Grecia les gustaba mantener relaciones sexuales con jóvenes muchachos. (Dominio público)
‘The truth about sex in ancient Greece’ es un artículo escrito por James Robson y publicado originalmente en ‘The Conversation’. Este artículo ha sido publicado de nuevo en Ancient Origins bajo una licencia Creative Commons.