Donald Trump se pone al frente de la operación contra Nicolás Maduro

Por Antonio José Chinchetru

 

Antonio José Chinchetru (ALN).- El presidente de EEUU toma la iniciativa frente a Nicolás Maduro. Donald Trump se había mantenido hasta ahora en un segundo plano en lo referido a Venezuela, dejando el protagonismo a Mike Pence, pero tras las elecciones del domingo ha dado un paso adelante. El renovado interés de la Casa Blanca por confrontar al régimen chavista llega en un momento muy difícil para Maduro tanto dentro como fuera de su país.

Donald Trump firmó la orden reforzando las sanciones al régimen de Maduro / Foto: La Casa Blanca

Donald Trump firmó la orden reforzando las sanciones al régimen de Maduro / Foto: La Casa Blanca

Hasta el momento, y aunque actuara en todo momento en nombre de Donald Trump, la cara visible de la estrategia de Estados Unidos ante el régimen de Nicolás Maduro ha sido el vicepresidente Mike Pence. Esto ha cambiado a raíz de las elecciones venezolanas del domingo. El inquilino de la Casa Blanca se ha puesto al frente de las acciones frente a la dictadura chavista.

Trump firmó este lunes una orden ejecutiva reforzando las sanciones contra el régimen de Maduro, que incluye la prohibición de compra de activos del Estado venezolano (también de PDVSA) por parte de particulares, empresas e instituciones estadounidenses. Según un experto consultado por ALnavío, “más que de un endurecimiento de las sanciones, se trata de un ajuste técnico. En el fondo sigue siendo lo mismo que hasta ahora, evitar que el gobierno de Maduro se financie en Estados Unidos”.

Más que de un endurecimiento de las sanciones, se trata de un “ajuste técnico”

El experto dijo que la nueva orden ejecutiva “frena una vía que el régimen debe haber estado usando”. Explica, a modo de ejemplo: “PDVSA puede crear una cuenta para cobrar a un año ligada a una venta a futuro de petróleo. Luego un operador le ‘compra’ ese papel a PDVSA con un descuento y posteriormente se voltea para venderlo en el mercado estadounidense. Como el deudor no es PDVSA sino el comprador del petróleo que emite la factura (cualquier empresa sirve), queda fuera de las sanciones originales”.

Con posterioridad a la firma, la Casa Blanca emitió un comunicado con declaraciones de Donald Trump, en las que decía que “he tomado medidas para evitar que el régimen de Maduro realice ventas clandestinas, liquidando activos críticos de Venezuela, activos que el país necesitará para reconstruir su economía. Este dinero pertenece al pueblo venezolano”.

Añadió que el objetivo es “evitar que el régimen de Maduro venda o garantice ciertos activos financieros venezolanos, y prohibir que gane dinero de la venta de ciertas entidades del Gobierno venezolano”. También hizo “un llamamiento para que el régimen de Maduro restaure la democracia, realice elecciones libres y justas, libere a todos los presos políticos de manera inmediata e incondicional, y ponga fin a la represión y la privación económica del pueblo venezolano”.

El comunicado de Trump iba acompañado de una fotografía en la que el presidente de EEUU posa mostrando la orden ejecutiva recién firmada. Junto a él, que está sentado, se encuentran de pie el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton; el vicepresidente Mike Pence; el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el secretario del tesoro, Steven Mnuchin.

Poco antes de la firma de la orden ejecutiva quien había lanzado ya un mensaje era Pence, que ha liderado hasta ahora la estrategia de EEUU hacia América Latina en general y Venezuela en particular (Ver más: Mike Pence se hace bolivariano para enfrentar a Nicolás Maduro). El vicepresidente emitió un comunicado en el que calificó las elecciones de “farsa, ni libres ni justas” y anunció que EEUU “no se quedará de brazos cruzados mientras Venezuela se desmorona y continúa la miseria de su valiente pueblo”. También en Twitter publicó un mensaje en similares términos.

El Gobierno de EEUU está aumentando la presión sobre el régimen e Maduro. Las declaraciones de Trump y Pence no fueron las únicas del Gobierno de EEUU este lunes. Pompeo emitió un duro comunicado en el que afirmó que “estas llamadas elecciones son un ataque al orden constitucional y una afrenta a la tradición democrática de Venezuela. Hasta que el régimen de Maduro restablezca un camino democrático en Venezuela a través de elecciones libres, justas y transparentes, el Gobierno enfrenta el aislamiento de la comunidad internacional”.

Añadió que “el proceso del domingo fue coreografiado por un régimen demasiado impopular y temeroso de su propia gente para arriesgarse a elecciones libres y competencia abierta”. También avisó que EEUU iba a tomar “medidas económicas y diplomáticas rápidas para apoyar la restauración de la democracia”.

A todo esto se suma el viaje del vicesecretario de Estado, John Sullivan, a Argentina y Brasil esta semana. Acudió a Buenos Aires para participar en la reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G-20, ocasión que aprovechó para tratar con varios gobiernos la situación en Venezuela. Este tema también ha estado presente en la segunda etapa de su viaje, que le ha llevado a tierras brasileñas.

Un escenario interno y externo complicado para Maduro

El impulso que ha dado Donald Trump a las actuaciones contra el régimen chavista llega en un momento especialmente delicado para Nicolás Maduro. Las elecciones han sido un fracaso como herramienta de autolegitimación de Maduro. La participación ha sido la más baja en la historia de unos comicios en Venezuela, al quedarse en 46%, lo que significa que más de la mitad de los ciudadanos con derecho a voto no acudieron a depositar el sufragio. La alta abstención ha supuesto una victoria para el Frente Amplio, que agrupa a los principales partidos de la oposición, que habían llamado a boicotear las elecciones. Además, se multiplican las denuncias de que no se dieron las suficientes garantías para que los comicios fueran limpios. Tan sólo el oficialismo acepta la legitimidad de la victoria de Maduro.

La práctica totalidad de la comunidad internacional ha rechazado la legitimidad de los comicios

Si en el frente interno la situación se torna cada vez más complicada para Maduro, en el externo las cosas no pintan mejor para él. La práctica totalidad de la comunidad internacional ha rechazado la legitimidad de los comicios. Estos tan sólo han sido aceptados de forma clara por los gobiernos de Bolivia, Cuba, Rusia, El Salvador, Irán, Turquía, Nicaragua y República Dominicana. El Ejecutivo de Ecuador ha evitado expresarse. Desde su llegada al poder, Lenín Moreno ha ido desligándose paulatinamente de la firme alianza que estableció Rafael Correa con el chavismo, aunque sin terminar de romperla. A esto se suma que Correa, con el que ahora está muy enfrentado Moreno, participó como observador en los comicios.

El otro gran aliado tradicional de Maduro ha sido China. En esta ocasión Pekín ha optado por la vía del medio. Reconoce de forma implícita los resultados, pero evita valorarlos y felicitar a Maduro. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Lu Kang, dijo que “las partes involucradas deben respetar la decisión del pueblo venezolano” y afirmó que su país no interfiere en los asuntos internos de otros. El gigante asiático rompe así su postura de apoyo incondicional al chavismo.

China tiene motivos sobrados para desconfiar del régimen de Maduro, puesto que la inestabilidad y la decadencia económica venezolana perjudican sus intereses. Venezuela es el principal receptor latinoamericano de inversiones del gigante asiático. Entre 2005 y 2016 alcanzaron 62.200 millones de dólares, según la Cepal. En segundo lugar se encuentra Brasil, con 36.800 millones de dólares. La caída de producción de PDVSA también es negativa para Pekín. El régimen venezolano paga una cuantiosa deuda contraída con China mediante el envío constante de crudo a coste cero. Si la petrolera deja de producir, esos envíos se terminarán.

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