REFLEJOS ESPECULARES

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

El otro día pensaba en los espejos. Borges, por ejemplo, fue un personaje cuya obra está repleta de tales artefactos, buenos para multiplicar imágenes hasta el infinito. Con razón un espejo construye laberintos cuando menos lo esperas, a la sazón causa de temores abrazados al último y más profundo eslabón de nuestra psique.

La verdad es que siempre me han maravillado. Entre sueño y duermevela la magia que los envuelve avanza como una neblina, atmósfera que impregna los rincones de pálpitos indescifrables. No sé tú, pero hubo tiempos en que me quitaron el sueño, me regalaron insomnios echados de bruces en el lago plateado que los identifica. Así nadé en sus entrañas y sentí el frío como de ostras que sus aguas acaban por engendrar.

Hasta que uno de ellos, sólo uno, marcó la diferencia. En aquella madrugada imaginé o soñé el espejo total. Palpé en mí lo que supuso un antes y un después, asunto que hoy motiva estos rasguños, vano intento por expresar cuanto de verdad o de ficción puede haber en sus adentros. Ahí, mientras flotaba a placer en un espejo largo, enmarcado en caña del Oriente hecha arabescos, contemplé el reflejo de mi cuerpo y de mis pensamientos. De mis ideas y ensoñaciones, de la espesura del lenguaje que poco a poco daba contundencia a un océano de subjetividad, de pleno yo, de inconsciente abierto sin más como reses en el matadero.

Un espejo capaz de echar afuera lo que ciertas cabezas a punto de volar en pedazos llevan muy adentro. Allí vi expuestas el cúmulo de ocurrencias, apetitos e invenciones que reverberan en el centro de lo que hasta ahora me define. Ámbitos imaginarios que escapan siempre de la cárcel del azogue.

Semejante espejo me recordó la cuenca de una mano. Sobre ella rumió la ensoñación, entró de lleno el pensamiento escurridizo o la reflexión más honda. Y los observé como se observan bichos en el microscopio. Pude acariciarlos, pude hurgarlos, les conté patas y antenas y escarbé sus pelos con la punta de los dedos. Sopesé sus fuerzas -la fuerza de una idea, qué maravilla- e incluso llegué a tocar ciertas promesas para luego verlas estrelladas contra muros en el horizonte.

Atrapa tu reflejo, te desnuda, obliga al streptease que comienza con tu abrigo verde para de seguidas alcanzar tu blusa azul, tu falda a cuadros, tu bikini nacarado. Acaba en pelotas toda fantasía, todo ápice de verbos, sustantivos o frases escondidas que como un rayo pasan por tu mente. Agujero negro del que no te escapas.

Temores, ansias, certezas y traiciones. Todo tú, lunares escondidos, cicatrices, estrías en medio del mercurio que hace de las suyas. Está, puedes jurar que está, quién sabe si a la vuelta de la esquina o en el estuche que la abuela arrojó al fondo del armario. Está, ya vas a comprobar que está.

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