PALABRAS A PUNTO

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

    De niño juraba  que las palabras tenían vida propia. Una hoja de papel, misterio entre misterios, era el lugar perfecto para que hicieran nido, echaran raíces, existieran a su antojo y acaso se reprodujeran hasta formar oraciones y párrafos, esas curiosas muestras de términos distintos que significan tantas cosas.

    Si mantenían vida propia una pregunta me arañaba por dentro: ¿de dónde vienen?, ¿en qué lugar habitan?, asunto que ocupó buena parte de mis días mientras no hallé respuesta, mientras continué en el limbo aun cuando me acercara a quien supuse guardiana del secreto, es decir, la maestra de lenguaje. Nada de nada. Emitió un parloteo incomprensible y fui feliz al obrar en consecuencia: encogí los hombros, sonreí con falsedad, escapé por fin del trabalenguas.

    Extrañas, jabonosas, desde aquellos años las consideré cercanas a la magia. Que un señor de capa y varita como las hadas sacara un conejo de un sombrero me asombraba, claro, pero a la vez no me convencía. Alguna trampa de por medio, algún embuste y qué más da, siempre me habían dicho que todo guarda su por qué. Pero es que las palabras eran otra cosa. Eran mi mayor enigma. Eran mi obsesión.  La incertidumbre del origen, la interrogante jamás respondida a propósito de su existencia, en fin, el modo en que aparecían al pronunciarlas, todo un rompecabezas, toda una realidad ajena a la pelota o a los comics.

    Hasta que vi la luz cierta tarde en el colegio. Juro que fue una emoción sin precedentes. Allí, sentado en el pupitre, la revelación apareció como si nada. Qué poco fiables me parecieron los libros con los que me había dado de bruces, personajillos venidos a menos luego de negarme lo que había buscado como nadie. Qué señora de barro y de papel fue desde entonces la maestra, especie de fantoche cuyas lecciones, de matemáticas o geografía, me parecieron una serie de chasquidos huecos. Cuánta mentira era capaz de lanzar el primo Luis si te ponías enfrente y preguntabas algo que te carcomía los sesos. Pero después de mi experiencia regresó la paz, aterrizó el equilibrio, acudió la mayor satisfacción y comprendí de veras lo importante: busca, busca, busca, para que por fin encuentres. ¿De dónde vienen? ¿En qué lugar habitan?

    Sobre el papel a rayas dibujé respuestas. Fotosíntesis o cosa parecida. La maestra entregó a cada uno los exámenes y esperó el final de las dos horas para pasar a otra clase. Eso era, ahí estaba, qué asombroso y qué sencillo. Supe en ese instante que era verdad que las palabras  tenían vida propia y supe además, sin la más mínima duda, que existían en el fondo del bolígrafo, en las cavernas de los lápices. Las palabras, ¿cómo podría ser de otra manera?, anidan en ese instrumento impredecible y brincan como liebres del sombrero a la hoja en blanco. Nada de engaños o de trucos. Entonces mi mano derecha impone el ritmo, la tinta azul materializa párrafos, el Bic que abrazo con los dedos es el reino del lenguaje donde todo se origina, fuente de lo dicho y por decir. Mira tú, quién lo hubiera sospechado.

    Hoy, mientras escribo esto, lo corroboro una vez más. Se acercan a la punta, miden con precisión el blanco, el sitio exacto en el papel, y de seguidas saltan para que la frase, la oración, el texto, lleven los significados ocultos, acaso el mensaje final.

1 COMENTARIO

  1. “Supe en ese instante que era verdad que las palabras tenían vida propia y supe además, sin la más mínima duda, que existían en el fondo del bolígrafo, en las cavernas de los lápices. Las palabras, ¿cómo podría ser de otra manera?, anidan en ese instrumento impredecible y brincan como liebres del sombrero a la hoja en blanco.” 👍🏼🙏🏼✌🏻

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