TUÍTER Y YO

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

    Los mundos paralelos están ahí, pero cada uno a lo suyo. Nunca comprendí del todo esa dualidad, que aparte de resbaladiza para quedárseme en las entendederas se me antojaba ficticia por cualquier costado. Pero fíjate, he visto la luz, y ahora sé que los mundos paralelos andan vivitos y coleando, nos miran de reojo y jamás se contemplan entre sí, para al final reírse a mandíbula batiente de nosotros.

    Pongamos por caso tuíter. El mundo paralelo en el que todo tuitero se zambulle lleva en las entrañas la prueba fehaciente de que un mundo paralelo es un mundo paralelo y se acabó, autosuficiente como cualquier otro, de muy mala entraña a veces, sin posibilidades de dejar de serlo. Llevo años metido de cabeza entre esos pocos caracteres, necesarios para el juego que semejante universo ha fabricado. Entonces nada: coges el móvil, pulsas el ícono de la palomita -o lo que diablos sea- y atraviesas el espejo como aquella Alicia, en tu caso ve tú a saber si directo a algún país de maravillas.

    Estás de cuerpo entero y lees, y escribes, y te leen y te escriben. El mundo paralelo en el que te levantas a diario y te cepillas los dientes y desayunas tostadas te traga por completo, te muele y te digiere, te escupe por último. Tuiteas como Dios manda, tuiteas feliz, arreglas cuentas con el cosmos cabreándote con todo el hígado ante tanto hijo de puta suelto y te conmueves también frente a un gesto bondadoso, una línea noble, un golpe de justicia hecho tuit maravilloso, y así.

    Tejes una red con aparente sentido, una red de relaciones que traza cierta realidad entre un tú y un ellos poco a poco devenida en guiños con algunos, acuerdos explícitos o tácitos con otros, complicidades que si a ver vamos te llevan a pensar que has establecido alianzas más o menos sólidas, erigidas a fuerza de tuiteos que en toda ley respiran en ese mundo paralelo que por nada  te percatas de que es un mundo paralelo.

    Así, el otro día la buena Laura tuiteaba como de costumbre y como de costumbre marqué el corazón del acuerdo. Un like, para más señas. Y me atreví a añadir: “Sí, por supuesto que sí, lo que dices es una verdad que si te roza una oreja te la arranca sin remedio”. Y el mismo día Raúl daba un golpe sobre la mesa con apenas ocho caracteres. Por esa contundencia volví a hacer click en el ícono del corazón, y todos tan felices. Ellos devuelven la pelota, opinan, meten las narices en mis textos, bromean entre mensaje y mensaje y fluye el río por los mejores caminos. Asentimos, estamos en desacuerdo en ocasiones, pero el aura de la complicidad que hemos labrado emerge llena de vida, férrea, boyante. Somos amigos, hay que decirlo sin ambages.

    Pero comentaba arriba que los mundos paralelos están ahí, ya lo creo que están ahí, y cada uno a lo suyo. Laura y Raúl, Raúl y Laura, caben también del lado de acá, es decir, pululan como yo en el ámbito cotidiano antes de cruzar el espejo. Alicia somos todos y de qué manera, y de qué manera no somos, o no estamos, o no nos vamos de vareta al país de las maravillas. Mundos paralelos que constituyen mundos paralelos sin vasos comunicantes, dime tú si me equivoco.

    Vi a Raúl y vi a la buena Laura en el café de la universidad, con americano y macchiato mientras charlaban de lo lindo. Raúl y Laura a tres mesas de la mía. Sé que también dieron conmigo porque nuestras imágenes, la cantidad de fotografías en tuiterlandia, vamos, no da lugar a equívocos. Y venga el agua helada: levanto una mano y nada, sonrío una vez y nada, y otra vez y otra y nada. Los mundos paralelos imponen sus reglas, se pagan y se dan el vuelto. Del móvil para allá, pues sí. Del móvil para acá, pues no. Mundillos que jamás confluyen porque son de piñón fijo, duales que para qué te cuento. Dime tú si no es verdad, dime tú si no.

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