DE CÓMO DI CON LAS LLAVES DEL PARAÍSO

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
X: @rvilain1

    El bicho humano es raro, qué se le va a hacer. Siempre me pareció el colmo de la extravagancia eso de imaginar aquí y allá. El cerebro evolucionado que tenemos da para semejante lujo, claro está, pero aún así frunzo el ceño, me rasco la cabeza, qué más da.

    Por re o por fa gozo un kilo mientras papo moscas, lelo entre los lelos, en eso de imaginar como Dios manda. Hay que ver, no puede cruzarse una oportunidad sin que suelte de inmediato el freno a todo tipo de invención. Así, los días ganan calor, las horas pasan como mariposas, el aburrimiento acaba espantado con su mercancía hecha añicos y una sonrisa de oreja a oreja me colorea el rostro como nunca.

    Para muestra un botón: nada hay mejor en este perro mundo que vislumbrar formas, de cualquier clase y catadura, con un tabaco entre los dedos. Me explico: enciendo un Red Mini sin filtro, lo llevo a los labios, fumo feliz como una lombriz y mira tú, las volutas hacen de las suyas, el humo azul se esparce con gracia entre fantasmagóricos ropajes y yo, cual Dalí de este siglo XXI, sueño formas, creo obras de arte, le doy un puntapié a la rutina en medio del lienzo imaginario que imaginariamente lleno con la silueta humeante de una chica en minifalda, con esa mujer desvistiéndose, con pájaros hechos humo en pleno vuelo, con un árbol y su fronda batidos por la brisa.

    Joder, no me negarás que es una maravilla. Cambiando de ejemplo pero no de tema, en estos días me ha dado por cierta variación que es pura exquisitez. Voy a la terraza del Villiger -café que acostumbro visitar a media tarde-, enciendo el Red Mini sin filtro, fumo feliz como perdiz, pero esta vez el humo muere con cada nueva bocanada para imaginar de seguidas historias, escenas, intríngulis divertidísimos o dramas o tragedias según el ánimo del día, todo en función de lo que se despliega a un palmo de la mesa en la que estoy.

    Créeme que no tiene desperdicio. Una niña va de la mano de su madre -¿es su madre?- con la mochila a cuestas. Suficiente para imaginar de lo lindo. Basta eso para ronronear el cuento que envidiaría todo escritor. Pido un macciato y mientras el camarero lleva a cabo su tarea descubro el secreto que guarda entre delantal y corazón, adivino el por qué del enigma atesorado e ipso facto propongo -otra vez según el ánimo que pulula en el momento- un final feliz o su contrario.

    Así di con la llave de la felicidad. Así hallé la clave para entrar de cabeza al Paraíso. Ni Robin Sharma ni Bucay ni Quién se ha robado mi queso. Ni Joe Dispenza ni Dale Carnegie ni la madre que los parió. Jamás lo hubiera imaginado, de tales extravagancias, de soñar con un tabaco entre los dedos o imaginar sentado en la mesa del café, labrar una escalera al cielo. Que cada quien es artífice de su destino, dime tú si no. Es que dime tú si no.

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