VENEZUELA
por
-Roger Vilain-
X: @rvilain1
Desde que me fui de Venezuela parece que vivo más en Venezuela. Supongo que será normal, claro, porque cuanto se ha metido de cabeza en lo que eres no puede resultar distinto después de lo sucedido, luego del espanto que el chavismo en el poder produjo sin que le temblara un pelo.
Oigo las noticias, veo los informativos, picoteo en las redes sociales a propósito del 28J. Si la dictadura ha sido fiel a su naturaleza durante todos estos años, hoy sus tripas supuran el pus que tú, él o ella pueden observar con repugnancia. Un halo de inmundicia enquistado en el alma de quienes gobiernan.
Sin la menor duda el dictador fue acorralado. La oposición, en sus personeros fundamentales, dio ciertos golpes magistrales. De lleno, punzopenetrantes. Absoluto puntapié en el culo, para decirlo con todas sus letras. Uno de ellos fue la inscripción de Edmundo González Urrutia ante el Consejo Nacional Electoral. El candidato tapa que se destapó y de qué manera. Otro, el espectacular madrugonazo que significó presentar por la calle del medio el ochenta por ciento de las actas de votación -página web ad-hoc-, borradas de la faz de la tierra por el oficialismo. Elvis Amoroso, bebé de pecho que comanda el CNE de Maduro, Maduro mismo y su combo de esbirros, jamás sospecharon la movida genial que desenmascaró la trampa.
Todavía hoy la dictadura no asimila, no espabila, y apenas trenza manotazos con las piezas del dislate. Las dos principales: represión a mansalva y patear la mesa frente a la paliza. Hasta ahora no sabemos cómo acabará el despropósito tejido por la satrapía. La lógica elemental indica que en un país normal, consumada la elección, pues cambio de gobierno y Maduro y su gorilato a las mazmorras. Pero no soñemos. Recibida la pela, cabría entonces suponer otro escenario: entregar previa negociación y al exilio dorado el bandidaje. Tampoco esto acaba de salir a flote. En otra imaginaria ruta de los hechos, dado el incremento de la espeluznante violación de Derechos Humanos como respuesta al reclamo de la mayoría, salta de la chistera y cae de pie en el universo de los múltiples quizás un quiebre en el estamento militar -único soporte del régimen- catapultando al infierno al dictador. Y en última instancia queda sólo el horror de los horrores: el hampa no pierde el poder, se atornilla como nunca, y Venezuela es formalmente una segunda Cuba. Existen otras posibilidades, por supuesto. Piense el lector, ate cabos y concluya.
La lógica del chavismo ha sido siempre una. Los pies se acoplan a los zapatos, no al contrario. La estupidez media sobre las entendederas, y no al revés. La realidad se modifica a gusto para ser embutida en la ideología calenturienta. Si la cosa no calza, ahí están las tijeras, o el hacha, o las tanquetas o las balas. No hay vuelta atrás, la religión chavista guarda en las entrañas una calle de ida y ninguna de venida, asunto más claro que el agua desde hace una punta de años. Es así desde el rollizo Chávez, padre de la criatura en Venezuela. Desde el padrecito Stalin, inspiración y espíritu de la autocracia.
Oigo las noticias, picoteo en las redes y ahí brilla, para quien abra los ojos y vea, la dictadura en su esplendor. Pulcra, luminosa, única en el despliegue de lo que sabe hacer de pe a pa: destruir a mansalva, hundir sus pezuñas en la savia del país para intentar quedarse más allá de Nicolasito, sus nietos y tataranietos. La savia, no faltaba más, por la que viven y discurren todas las instituciones -con el objetivo de prostituirlas y diezmarlas-, las armas de la República -con el objetivo de que sirvan a un partido- y, digámoslo alto y con fuerza, las riquezas listas para su saqueo.
Junto con la Venezuela decente levanto la voz y escribo para repetir al mundo que una dictadura infecta ha desconocido la voluntad soberana de los electores. Su propósito es continuar hasta que el cuerpo aguante haciendo de las suyas. El país, con el arma del voto, propinó una paliza colosal al régimen y si la comunidad internacional sirve de algo, es hora de demostrarlo con presteza y contundencia. La democracia, esa flor tan hermosa, tan frágil, tan necesaria y única, tiene que ser mimada y defendida aquí y allá, ahora y siempre. Es el momento de Venezuela.