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ENIGMAS DE BOLSILLO por -Roger Vilain- X: @rvilain1 #Cultura

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ENIGMAS DE BOLSILLO

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
X: @rvilain1

    Que existan bolsillos es comprensible. En las camisas, en los pantalones, son aditamentos más que necesarios a la hora de guardar objetos mientras te mueves aquí o allá. Lo que soy yo, me gustan anchos, abarcadores, para llevar el móvil, los anteojos, una libreta pequeña y el bolígrafo enganchado.

    Todo bolsillo que se respete evidencia el hecho noble de contribuir a una vida más llevadera. Sin semejante adminículo en el lado izquierdo de mi camisa el día a día sería más cuesta arriba, de modo que siento por ellos no sólo consideración y deferencia sino admiración por los cuatro costados. Un bolsillo es parte de mí y trasciende mis confines, es decir, un bolsillo conforma en gran medida lo que soy porque va conmigo a toda hora mientras cargo, pongo por caso, la chemisse azul marino que elegí para la reunión con los amigos.

    De los bolsillos no se ha hablado suficiente. Un poco por lo dicho en el párrafo anterior y un poco porque en consecuencia son casi tu alter ego, lo cierto es que no te percatas de su conveniencia, de su necesidad y hasta de su gracia. En mi caso he llegado a un punto en que la falta de bolsillos supone sufrimiento insoportable. Cuando no los tengo a mano el día acaba hecho pedazos. Todo se complica en el intento de meter los lentes en la faltriquera de los pantalones, digamos la derecha, y la libreta como pueda en la otra, sumado a dicho cataclismo el feo outfit del boli colgado entre los botones de una guayabera. Si para remate debo salir lejos y llevar el blíster de los antiácidos, ya te podrás imaginar: enredo, incomodidad, tortura y pena. Cuanto cabría sin más en el bolsillo de una camisa va a tierra de nadie, naufraga repartido por la geografía del pantalón, con la añadidura de que tomo asiento en un café o en la oficina y se acabó, aplasto las gafas que llevaba atrás.

    La bendición de un bolsillo justo en el lugar del corazón es una verdad indiscutible. Aparte de la magnanimidad que la define, genera paz, conciliación, armonía por donde mires. Si me apuras lleno varios folios dándote razones, una más importante que la otra, por las que en cada camisa un bolsillito tiene que ser un mandato, una orden inapelable cuyo desacato se paga con el fusilamiento, la lapidación, la silla eléctrica o la horca. Dime tú si no.

    Sólo un lunar opaca la tersa piel de los bolsillos y todavía así, al hacer las sumas y las restas, no los cambio por nada en ningún tiempo ni lugar. No sé tú, pero mis vivencias dan para referir mil y una anécdotas, todas apuntando a la gran interrogante que las cubre: ¿adónde van a parar ciertos objetos una vez encajonados en la dimensión de los bolsillos? Créeme que no me llegan las respuestas. Guardas, doblada en cuatro, la lista de compras en el supermercado y cuando entras en él ya no está la cuartilla imprescindible. Metes, apretujado entre otras cosas, el pequeño talón de lotería y nada qué hacer, desaparece como por hechizo de Merlín. Guareces ahí el cambio, el billete de un dólar que te ha dado Don Arsenio, el del quiosco de la esquina, y luego zas, brilla para siempre por su ausencia.

    Tengo para mí que un enigma gordo, indescifrable, respira en medio de esta realidad. Hubo un tiempo en el que me quemé las pestañas y me rebané neurona tras neurona en el intento de revelar por fin la clave del misterio. Olvídate, eché el asunto al cesto de lo imposible y continué mi camino, feliz a pesar de los pesares, entre la alegría de saberme con un bolsillo en la camisa y saber de igual manera que un acertijo vive en lo profundo, que una mano abre la puerta, que no todo es en verdad como parece. Ayer iba con alguien por el centro y en esas compré una caja de chicles. De seguidas la escondí para engullirlos cuando estuviera solo y adivinen mi sorpresa, adivina tú, lector espabilado, lo que sucedió al hurgarme los bolsillos media hora después. Tal cual, así como lo has imaginado. La incógnita ante mí, viva y coleando, los arcanos a un milímetro de mis narices. Enigmas de bolsillo, qué se le va a hacer. Nada menos que enigmas de bolsillo.  

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