UN VIAJE CON JOSEP PLA

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
X: @rvilain1

    No había leído una línea del escritor español. Estoy en Granada y mi hija, que regresa por vacaciones universitarias, compró el libro en estos días.

    Por un precio irrisorio “Viaje en autobús”, una bella edición en tapa dura, descansa sobre la mesa. Lo tomo con curiosidad, lo hojeo, me detengo en algún párrafo, en otro, y percibo que el escritor tiene bastante que decir. En mi caso el olfato anda más o menos afinado. La estrategia que no falla nunca es seguir el instinto, obedecer a ciertas pulsaciones. Pasar la vista aquí y allá sobre el ejemplar abierto equivale a mi particular manera de testear lo que sostengo entre las manos. Camila devora el libro, subraya, anota y comenta a pie de página cuanto le interesa, con lo que al final el resultado es un tomo sembrado de indicaciones, flechas en los márgenes, llamados de atención en verde, azul o rosa y hojas marcadas con un ejército de post-it incrustados a lo largo de los doscientos treinta y cuatro folios.

    La verdad es que todas estas mañas le vienen de mí. Ella exagera el ejercicio pero lo que soy yo también resalto, uso colores, subrayo a mansalva y anoto a quemarropa. Hallo el ejemplar en su mesa de noche y sé que acabó con él. El estado en que se encuentra lo dice todo. Entonces lo cojo y me echo en el sofá. Josep Pla hace lo suyo, la magia funciona, yo termino hipnotizado de pe a pa y de cabo a rabo.

    Una España rural y antaña se abre como abanico andaluz. El autor narra andanzas y entre pueblo y pueblo caben un chorro de reflexiones, señalamientos, quejas, cabreos o alegrías que a mí me llegan como anillo al dedo. Descubro otra faceta de este país que me deslumbra y algo queda en mi interior, algo que un buen día voy a saborear en viaje por el sur primero y por el resto después si los dioses están de acuerdo.

    En fin, que estos párrafos no eran para reseñar a Pla. Nada de eso. Cogí lápiz y papel para asentar el paso del tiempo, para suspirar a placer, para darme de bruces con el modo de aproximación de mi hija a la literatura y, cosa fantástica, para conocerla algo más.

    Sigo las líneas de un escritor que comparte su historia en un período de viaje y sigo las andanzas de Camila a través de cada página. Leo a Josep Pla y leo a Camila Vilain. Deja un comentario a un lado, dibuja signos de exclamación un poco más allá, asevera aquí, escribe un improperio cuando al parecer no está de acuerdo. Alaba al autor, pelea después con él, y el ring side queda notariado.

    No se me había ocurrido pero he encontrado el método de los métodos. Termino el libro, yo también estuve de acuerdo o no, lancé tacos o no, y al hacer las sumas y las restas, al igual que Camila, salí más que satisfecho. Decía antes que me topé con el método de los métodos porque voy a probar el asunto con mis estudiantes. Leer un capítulo de algo, invitarlos a analizarlo y destriparlo de seguidas, y sopesar el objetivo más o menos logrado del tema que tratamos en función del cadáver expuesto sobre la mesa. Un modo muy interesante de hurgar en los aprendizajes y -perdonen el feo academicismo- calificar luego, poner una nota, cuestión a todas luces siempre injusta, burocrática hasta los huesos, pero qué le va uno a hacer.

    Volviendo a Pla y a Camila, leer a ambos en “Viaje en autobús” ha sido más que la leche. Primero porque se trata de quien se trata, nada menos que de ELLA, y segundo debido a que al salir con mis hijos en labor de cacería a una librería de viejo -la ReRead de la Gran Vía para más señas- nos salió al paso “Viaje a pie”, del mismo Pla.  De un plumazo apareció otra maravilla. ¿Qué más puedo pedir? La felicidad ataca a cada paso, y a cada paso estamos listos para decirle venga, salta con todo, ahora mismo, sin tardanzas, sin demoras ni piedad.

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