SOY UN OBSESO
por
-Roger Vilain-
X: @rvilain1
Como soy hombre de retos me propuse uno hace tres meses. ¿Cuál?, no comprar libros. Tal cual, no comprar un solo libro hasta nuevo aviso.
El nuevo aviso, claro, llegará cuando diga basta, hasta aquí, y vuele a una librería de viejos o de nuevos con muchas gotas resbalándome por el colmillo y la felicidad recrecida, hinchada, hipertrofiada.
Entonces aquí me ven, sin meterme la mano en el bolsillo por ejemplar alguno pero plaf, plaf, plaf, como gato en pescadería, caminando entre anaqueles de la biblioteca pública, de la biblioteca universitaria, o rogándole a cuanto amigo, colega y conocido tengo que por el amor de Dios me preste éste, o aquél, o ése que el otro día llevabas bajo el brazo y qué reganas de hincarle el diente de una sentada en este mismo instante.
La amistad es una cosa y prestar libros es otra. Vivo semejante afirmación en carne propia gracias al reto de marras, porque será el mejor amigo y toda la parafernalia pero ¿”George Steiner, el huésped incómodo”, de Nuccio Ordine?, olvídate del tango. ¿”Escribir la intimidad”, el último de Annie Ernaux?, ése no sale de estas cuatro paredes. ¿La biografía de Kundera?, espera al otro mes, que todavía lo estoy leyendo. Y así. Yo, que no prestaba libros, juro que seré bueno, que si me lo pides será tuyo, que ahí están de arriba abajo, a tu disposición y a la de todos.
Mientras, entre tanto acto de contricción y tanto aprendizaje a propósito de las bondades de compartir, en estos inefables días lo más cruento ha sido la imposibilidad de subrayar. He descubierto que soy un maniático de los resaltadores, del fucsia, del azul fosforescente, del verde brillante y de cualquiera al fin y al cabo, y del boli y del simple grafito. Un obseso, qué le voy a hacer. Un orate, un lunático, un neurasténico, un chalado, sigue tú.
No me explico cómo he luchado contra mis impulsos. Los títulos de las bibliotecas permanecieron inmaculados. Ni una raya, ni una nota al pie, nada de nada. Los de los amigos igual, lisos e impolutos por donde los veas. Qué ejercicio de voluntad cumplido tan de cabo a rabo y qué fuerza espiritual desplegada en tres agotadores meses. Soy un vencedor, un verdadero champion, un berraco que aprovecha estas líneas para decir basta, hasta aquí, cling cling brindo por ello, y corro a mi librería de viejo.
Llego, entro, huelo, palpo, compro. A la neurastenia se le suma el síndrome de abstención que derroté a pulso y a fuerza de honra y al que de todo corazón y a mandíbula batiente propinaré soberbia patada cuando se me ocurra una idea loca, desquiciada, como no comprar libros y, nefasta consecuencia, no volver a subrayar. Bendita sea la manía de hacerlo otra vez, desde ya y hasta todos los siempres por siempre.
Pagué y salí feliz rumbo a mi sillón predilecto, no sin antes elegir una caja de resaltadores en la papelería de la esquina y ya, normalidad a la vista, rutina monda y lironda. Que tengan todos el mejor día.