DÍAS DE CINE
por

-Roger Vilain-
X: @rvilain1
Una película es trozo de la realidad así como un filete es trozo de una vaca. De niño no lo sabía y me daba por asumir la parte por el todo, de modo que la rutina diaria implicaba un largometraje y claro, yo era el protagonista.
Junto con dos amigos concebí un plató de filmación, nada menos que la calle, la cuadra donde suponíamos actuar. Un día se nos ocurrió inventar el símbolo de nuestras películas, algo así como el león rugiente de la Metro Goldwyn Mayer, para lo que resultó de perlas Newton, el gato de mi casa, amigo fiel, actor de fábula hasta que un bus lo atropelló.
Día y noche el cine era la vida. Tuve un profesor, el de deportes, idéntico a Jackie Chan y tuve otro que fue el vivo retrato de Larry Fine, el de Los tres chiflados. Ni el fútbol, ni las canicas, ni el béisbol, ni las historietas de Superman pudieron con nosotros porque la diversión expedita, el agujero negro que nos engulló fue nada menos que el juego de vincular a la gente con los personajes que nos traían de cabeza. Realidad y ficción mutuamente contenidas. Entonces un primo que usaba bigotes a lo Chaplin y un tío, tan calvo como Curly Howard -otra vez Los tres chiflados-, jamás se explicaron por qué al verlos reíamos sin misericordia. El cine era la vida y la vida resultó el escenario donde todo se daba para bien o para mal.
No sé tú, pero que el cine entre de cabeza por las puertas y por las ventanas, todos los días y a cada hora, es cosa de lo más extraña. Eres un imberbe cuyas esperanzas están puestas en la peli del próximo domingo, función de cinco a siete, y nada ni nadie puede suplantar los desbocados sístoles y diástoles que se te suben a la boca sólo de pensar en alguna de vaqueros, en quizás una de Bruce Lee, en ojalá otra como las aventuras espaciales de Luke Skywalker.
Poco a poco fui creciendo, de modo que mis intereses dieron un vuelco directamente proporcional a la ebullición de mis hormonas. De Los tres chiflados a soñar con Brigitte Nielsen, fíjate qué tino y qué metamorfosis. De la saga de Star Wars a la silueta de Jackeline Bisset, no me negarás que apuntaba con pulso de francotirador. De Ornella Muti, Úrsula Digard o Kim Basinger, pasando por Nastassja Kinski y Kelly Lebrock hasta aterrizar en Kay Parker o Sylvia Kristel, olvídate, no había lugar ni para Lassie ni para Rin-tin-tin.
Hoy, lo digo con melancolía, el cine es en efecto un trozo de la realizad, así como el filete es sólo un trozo de la vaca. Hubo que descubrirlo, por supuesto, al punto de que a estas alturas Daisy Ridley, Eva Green, Keira Knightley -sigue tú- son actrices, básicamente actrices, únicamente actrices. Qué se le va a hacer.
Escribió Woody Allen que “la gente quiere una vida ficticia y los personajes ficticios una vida real”. Yo tuve de ambas y juro que es una pasada. Un verdadero prodigio.