TERAPIA
por

-Roger Vilain-
X: @rvilain1
Pongo mis huesos en cualquier librería y ahí los veo. Nunca faltan y sirven para un abanico de bondades tan necesarias como demandadas. Garantizan una mejor vida, claro, de modo que con ellos tienes -dicen- cuando menos un pie metido en la felicidad.
El día en que me hice adicto a los libros rasguñé el bienestar en cada folio, con la diferencia de que la alegría vino a mí en alas de infinidad de autores y no gracias a promesas expeditas de dicha, de placidez, de trozos del Edén al por mayor. Desde “Los siete pilares de la resiliencia”, pasando por “El monje que vendió su ferrari” y hasta “Conviértete en millonario en un click”, el punto de fuga consiste en lo mismo: sigue lo que digo y dale un vuelco a tu existencia. Tal metamorfosis implica un récipe que para qué te cuento, de modo que cada autor maneja sus secretos, sus menjurjes y sus artes, así que tú verás. Compras el libro, asimilas la pócima, reseteas tu día a día y pasas por go a reclamar los resultados.
Vamos a ver, que una línea de publicaciones haya dado en el blanco me parece súper fenomenal. Reformar entonces la conciencia, la vida y la existencia vale su misa a fondo, quién se atreve a decir no. Así como un dentífrico Colgate, una miríada de cremas Pond´s o ciertas pastillas para conciliar el sueño entran de lo lindo en cada hogar, tales y cuales libros caen de perlas para convertirte en otro, para enmendar el talante o para hartarte de dicha y de alborozo. Cada oveja con su pareja y todos tan contentos.
Pero comentaba arriba que en el justo instante en que ciertos libros me cogieron por el cuello la sonrisa, de oreja a oreja, se me enganchó a la faz. Y me modifiqué a placer, de pie a cabeza, de cabo a rabo, de pe a pa, porque si males económicos me arrastran por la calle de la amargura ahí está, pongo por caso, Julio Ramón Ribeyro, que de mucho money jamás se llegaría a morir pero ya ves, tal cual obran los misterios de la literatura. Y si de preocupaciones laborales pues se trata, las novelas de Flaubert las agarran por las barbas, cierro el tomo y mira tú, brinco satisfecho como liebre del sillón.
Sumo y sigo. ¿Problemas con la novia?, Alfredo Bryce Echenique. ¿Aburrimiento pertinaz?, Juan Carlos Méndez Guédez. ¿Diatribas en torno a la desazón?, los cuentos completos de Lorrie Moore. Y así. Sumo y sigo otra vez: a “Quién se robó mi queso” le da su buena tunda “El peligro de estar cuerda”, piélago de psicología, de psiquiatría, de saber del alma humana y demás hierbas que la gran Rosa Montero tuvo el tino de escribir, Dios le bendiga la tecla.
Que hagan lo suyo Walter Riso, Robin Sharma y Ángela Duckworth. En cuanto a mí, Eurípides o Virginia Woolf son dopamina en vena. Si de autoayuda es la cuestión, toda la literatura cabe en ella, de modo que algo de la botica tengo en casa, ventaja cierta por donde lo veas. Dime tú si no.