LITERATURA ORAL, AUDIOLIBROS Y YO

POR

Roger Vilain

-Roger Vilain-
X: @rvilain1

Es curioso, pero hasta el presente no he podido con los audiolibros. Si para mí hay algo aburrido es tal mecanismo que escuchas, que fascina a tantos y que en mi caso deriva en pase directo al fondo de un ronquido.

Comencé el párrafo anterior echándole un guiño a la duda, asunto que reitero cuantas veces haga falta porque es seguro, segurísimo, que en lo oral nació lo que hoy llamamos literatura. La duda, claro, cobra aún más pertinencia al saber que el bicho humano es un verdadero cuento, uno que se inventa a sí mismo -probablemente a conveniencia-, para otorgarle pie y cabeza a sus andanzas.

Cada quien busca darle sentido a la existencia, cuestión muy necesaria al momento de sacarle la lengua a la locura. Entonces la historia sube al escenario -el cuento que nos contamos-, crea la sensación de encadenamiento y propicia la idea de que nos movemos a lomo de una línea recta que es puro espejismo relativo a cierto orden, a cierto inicio y fin en lo que hacemos. Dicen los que saben que desde ahí asistimos no sólo a la formación del yo sino al sostén de nuestra identidad a través de los años.

Pocos se preguntan por la literatura oral y la mayoría acaba por obviarla, hecho comprensible porque ya desde la escuela es desterrada al ámbito de tiempos idos -los ciclos artúricos o las historias de Homero por ejemplo-, pero se equivocan. Vive con holgura gracias al relato que tú, él y yo construimos en función de lo que vamos siendo. ¿Cómo explicarnos si no? ¿De qué manera pararnos ante el espejo y concebir enfrente una unidad, un cotinuum llamado Melissa o Sebastián, un individuo de veras integrado cuya particularidad difiere de cualquier otra sobre la faz de la Tierra?

Cuanto llevo rasguñado hasta aquí tuvo cabida en la sala del dentista. Sumergido en los horrores que provoca el ruido del taladro al otro lado de la puerta, una revista se convirtió en la malla salvadora. “El asombro de leer” fue el artículo que picó mi atención, y en él se daba por segura la ausencia, sin posibilidades de resurrección, de la literatura oral en nuestras sociedades. “Mentira de cabo a rabo”, pensé de inmediato.

Lo oral, en tanto relato que elaboramos acerca de nosotros mismos, está vivito y coleando. Ese cuento nos los creemos -literatura sui generis, valga decirlo-, lo compartimos, referimos al otro la historia que nos identifica y recibimos de él idéntico tratamiento, así que como en aquellos siglos previos a la invención de la escritura, perdidos en la memoria, desarrollamos hoy sin darnos cuenta una puesta en escena nada nueva. De modo que lo oral hecho literatura, por una parte, decía arriba que está vivo. Por la otra, goza también de buena salud gracias a artilugios como el enojoso audiolibro. Que semejante trasto me produzca repelús es lo de menos. Lo importante es lo otro, la literatura oral en nuestras vidas y en nuestras sociedades.

No deja de sorprenderme que el fulano libro oral, muy bien narrado por voces expertas, no llegue a atraparme por más disposición, ganas, interés o como diablos se diga que ponga en el asunto. Créeme, he pensado al respecto a ver si doy con la razón pero no, nada de nada. Supongo que soy hijo del papel, de la tinta y el papel, y lo demás que se lo lleve quien lo trajo.

El otro día soñé que vivía hace centurias y que un literato de la época relataba ante la hoguera ciertas peripecias del Phileas Fogg en turno. Tampoco me hizo cosquillas. Como ahora, acabé por dormir a pierna suelta, yo, precisamente yo, que me jacto de acercarme a los libros gracias a que sus historias me cogen por el cuello, me arrojan a sus acantilados y me trituran sin aplazamiento ni perdón. Sé que un audiolibro es el heredero del viejo Hesíodo, el sucesor de hacedores de fábulas y epopeyas hundidas en la noche de los tiempos. Enhorabuena, que se asiente, que perdure, que eche raíces aquí y allá. Mientras, no me falta en la mochila algún trasto con cubierta, folios, lomo y olor.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here