Gran Fiesta de la Virgen: 15 de Agosto

Dormición de la Santísima Virgen María

Para la religión católica el día 15 de agosto, es la solemnidad litúrgica de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. Venerado y profesado este misterio de la fe cristiana por el pueblo fiel durante siglos, en 1950 el Papa Pío XII lo proclamó como dogma de fe.

La fiesta de la Asunción significa que la Virgen María, al término de su peregrinación terrena y en virtud de su contribución a la historia de la salvación como Madre del Redentor, fue liberada por la gracia de Dios de la corrupción del sepulcro y su elevada en cuerpo y alma a los cielos, donde está y actúa como mediadora entre Dios y los hombres.

La fiesta de la Asunción es entonces el triunfo definitivo de María y es la prenda de la vocación de eternidad de todos los seguidores de Jesucristo. Nuestro común destino es el cielo, y  nosotros, al igual que María, solo podemos lograr el cielo con nuestra vida comprometida y cabalmente cristiana en la tierra.

Como dice la liturgia de la Iglesia, María, en y con su Asunción, es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada, es consuelo y esperanza de su pueblo, todavía peregrino en la tierra.

Por todo ello y desde siglos, en torno al día de la Asunción –el 15 de agosto-, hay fiesta en honor de la Virgen Santísima bajo distintos títulos y advocaciones y en consideración de este misterio de su Asunción gloriosa.

15 de agosto, Dormición de la Virgen María.

Protopresbítero Thomas Hopko

La fiesta de la Dormición de la Madre de Dios es celebrada el día 15 de agosto, precedida por un ayuno de dos semanas. Esta fiesta, llamada a veces “Asunción” celebra la muerte de la Madre de Dios, seguida de su resurrección y glorificación en Cristo. Proclama que María ha sido llevada, “recibida” por Dios en su Reino en la plenitud de su existencia espiritual y corporal.

Tal como ocurre en el caso de la Natividad de María y la fiesta de su entrada al templo, no existen fuentes históricas o bíblicas para esta fiesta. La Tradición de la Iglesia nos enseña que María falleció tal como los demás, no voluntariamente como en el caso de Su Hijo, sino por la necesidad de su naturaleza humana mortal invisiblemente unida a la corrupción de este mundo.

La Iglesia Ortodoxa enseña que María carece de todo pecado personal. No obstante, en el texto del Evangelio de la fiesta, en los oficios litúrgicos y en el icono de la Dormición, la Iglesia proclama del mismo modo que María verdaderamente necesitaba ser salvada por Cristo tal como todos los demás seres humanos son salvados de las tribulaciones, sufrimientos y muerte de este mundo; y que, en verdad habiendo fallecido, fue resucitada por su Hijo como la Madre de la Vida, y ya participa en la vida eterna del paraíso que es prometida a todos los que “oyen la palabra de Dios y la guardan.” (Lucas 11,27-28)

Tono I – En tu alumbramiento conservaste tu virginidad y en tu dormición no olvidaste al mundo, oh Madre de Dios. Puesto que te has trasladado a la Vida, oh Madre de la Vida; por tu intercesión libra de la muerte a nuestras almas.

Ni la tumba, ni la muerte, pudo contener la Madre de Dios, quien es constante en oración y nuestra firme esperanza en la intercesión. Siendo la Madre de la Vida, fue trasladada a la Vida, por Aquel que habitó en su vientre siempre virginal. (Kontakion)

 

Los servicios de la fiesta repiten el tema principal, que la Madre de la Vida ha pasado “al gozo celestial, al regocijo divino, y a la alegría eterna” del Reino de Su Hijo. (verso de las Vísperas). Las lecturas del Antiguo Testamento, así como las lecturas del Evangelio para la Vigilia y para la Divina Liturgia, son exactamente las mismas que se leen para las fiestas de la Natividad de la Virgen y la de su Presentación en el Templo. Así, en Matutinos nuevamente escuchamos a María decir, “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.” (Lucas 1,47) Durante la Divina Liturgia, escuchamos la carta a los Filipenses en que San Pablo habla de cómo Cristo se redujo a sí mismo y aceptó tomar forma de siervo humano, aceptando la muerte, aún más, muerte en la cruz, para ser “exaltado a lo sumo” por Dios su Padre. (Filipenses 2,5-11) Una vez más en el Evangelio, se nos proclama que la bienaventuranza de María pertenece a todos los que “oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Lucas 11, 27-28)

Así, la fiesta de la Dormición de la Virgen celebra la exaltación ofrecida a todo ser humano por la gracia divina, a condición de que viva realmente una vida de humildad y alabanza, de obediencia y amor dedicados al Señor, y que esta exaltación al sumo grado ya ha sido realizada en Ella. La fiesta de la Dormición es el signo, la garantía, y la celebración de que la suerte que tuvo María, misma que espera también a todos aquellos cuyas almas magnifican al Señor, cuyos espíritus se regocijan en Dios el Salvador, y cuyas vidas son totalmente dedicadas a escuchar y a guardar la Palabra de Dios.

En conclusión, se debe insistir nuevamente, que en todas las fiestas de la Theotokos en la Iglesia, los cristianos ortodoxos celebran hechos concretos de su propia vida en Cristo, y en el Espíritu. Lo que sucede a María, sucede también a todo aquel que imita su santa vida de humildad, obediencia y amor. Junto a ella, todos los seres humanos serán “bendecidos” para ser “más venerable que los querubines e incomparablemente más gloriosa que los serafines,” si siguen su ejemplo. Todos darán a luz a Cristo mediante el Espíritu Santo. Todos llegarán a ser templos del Dios viviente. Cada ser humano que viva la vida que María vivió, participará de la vida eterna de Su Reino.

En este sentido, todo lo que se alaba y se glorifica en María, es signo de lo que se ofrece a toda persona en la vida de la Iglesia. Por eso María, con el divino niño Jesús dentro de ella, es llamada en la Tradición Ortodoxa, la Imagen de la Iglesia. Pues la asamblea de los salvados es aquellos en quienes Cristo habita.

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