UNA CHICA, LA QUIETUD Y YO
por

-Roger Vilain-
X: @rvilain1
El otro día andaba de lo más filosófico, cuestión extraña en quien lo de filósofo o astronauta reside en proporciones más o menos equivalentes. Lo cierto es que me vi bracear en esas aguas y todo fue para peor, en esencia porque las interrogantes se multiplicaron, las dudas saltaron como liebres y ciertas respuestas, apenas rasguñadas sobre el muro de incertidumbres que jamás he logrado rebasar, acabaron en el baúl sin fondo del desasosiego.
Créeme, por más que no sirvas para la cosa el día a día te agarra por el cuello, te sacude de cabo a rabo, te arroja un balde de agua fría y ahí te quiero ver. En fin, cruzaba una esquina del centro y apareció como si nada. Pantalón ceñido, escote generoso, piercing en medio de una ceja y el tatuaje haciendo de las suyas: “feel, heal, live, explore, love, change”. Mira tú, la vida de cabeza en una línea.
Fruncí el ceño en el acto. Un tatuaje. O dos, gracias a que en su hombro izquierdo llameó “Rafa te amo” a modo de bandera sobre el mástil de un barco en alta mar. Supuse que podría haber más y lo hubo, ahora tallo con espinas y rosa abierta del codo a la muñeca. Hay que ver, pensé, y el filósofo dijo hola buenas, pateando al astronauta.
La verdad es que fruncí el ceño en el acto porque como anda el patio un tatuaje dice, redice y superdice, con lo que el ceño se frunce más, se hunde sobre sí mismo, imagínate pues la barahúnda, el pasmo, la conmoción que para qué te cuento. Alguien soltó una vez que “la velocidad era poder y la velocidad era gozo y la velocidad era también pura belleza”. No sé tú, pero lo que soy yo juro que ahí nos encontramos todos, nada menos que en el retrato vivo de estos días que atravesamos. Posmodernidad, dirían los ostentosos, a toda mecha y apártate que voy a mil.
Un tatuaje da para pensar. La quietud, primita hermana de la lentitud, anda de capa caída hace bastante pero Rafa te amo coge al toro de las paradojas por los cuernos en una calle del centro. Como para pegar la quijada contra el piso, dime tú si no.
La pegué, claro, y me pregunté, me dije, soliloquié a placer. Chapoteamos en las aguas rápidas de un río crecido y Rafa te amo le saca la lengua a la corriente, escupe sobre el cuerpo atlético de la velocidad. Tiempos éstos, hartos de aceleración a fondo, entonces Rafa es mosca en un plato de leche, Rafa, pretensión de inamovilidad, tatuaje por los siglos de los siglos porque sí, porque le da la gana. De vivir de click en click a semejante inercia sobre la epidermis distó apenas el cruce de una esquina. Basta la eternidad petrificada en un tatuaje para reventar el frenesí de la vida cotidiana, el imparable apuro mientras cuelas el café o te fumas ese cigarrillo. Es que fruncí el ceño en brazos del aturdimiento, no faltaba más. Y el filósofo volvió a las catacumbas y yo jamás di con las respuestas.