NAVIDAD

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

   

    Hoy es veinticuatro de diciembre y escribo al amanecer. Cumplo años, pienso en el tiempo, en otros diciembres y en otros lugares. Es extraño, de una textura a la vez dulce y amarga escribir -o intentar escribir- sobre la Navidad o sobre lo que implican estas fechas desde la lejanía.

    Como he mencionado en otra parte, soy afortunado. En Quito he hallado gente a punto para la amistad y siempre la ciudad se dibujó como figura para el regocijo. No todos corren con la misma suerte, de modo que agradecer es un gesto que procuro llevar a cabo a diario.  Escribo en la mañana, tempranísimo, y con mi nueva edad miro hacia atrás y una columna de velas apagadas, las más cercanas aún humeantes, da cuenta de los minuteros. Esta metáfora, la de las velas, me gusta, quedó en mi memoria sellada a fuego por lo que rasguño estos papeles con el viejo Kavafis enfrente, poeta que pasó por mí hace una punta de años en cierta Upata llena de amigos diseminados a estas alturas por una geografía sin fin. Kavafis, su libro Cien poemas en traducción de un erudito llamado Francisco Rivera, llegó a la médula, fue pedrada en las aguas tranquilas de una sensibilidad alojada en un pueblo con algunas calles, una plaza, varios botiquines, casa de la cultura y dos cines.

    Cien poemas hace que recuerde a Pedro Suárez. Veo a dos muchachos en el porche de una casa con el texto en los brazos. Es de noche y hay silencio. Pedro lee un poco, yo otro tanto, en alta voz, y descubro en ese instante el misterio, la fascinación del idioma, de las lenguas. Mi libro, el mismo que tiene mi amigo, en realidad es distinto. Advierto que un poema como Ítaca, leído hace dos minutos, difiere de Ítaca en sus manos. Son traducciones desiguales, por lo tanto mundos no idénticos, metamorfosis que aparece cuando un contenido pasa de una lengua a otra, es decir, cuando se transvasan nada menos que universos. Es que no todos los huesos quedan sanos: ocurre una permuta que altera lo traducido, y así, en medio del asombro, termino maravillado al saborear el mismo poema en ambos libros. Qué iguales y qué distintos. Entonces Ítaca es Ítaca pero también es pulsión no necesariamente equivalente en griego o español, e incluso en una misma lengua si varían los traductores. Jamás olvidé aquella experiencia. Comprendí ahí, como si fuese un obsequio emanado de los dioses, que todo lenguaje exige cierto tratamiento, que un idioma es en verdad harina para hacer el pan.

    Pero decía arriba que escribo al amanecer, un veinticuatro de diciembre en mi cumpleaños, y confieso su rareza, en esencia porque la memoria es un espejo que se te pone enfrente obligándote a mirar lo que no tenías en mente hace un instante y fíjate, empiezas a recordar, frunces el ceño, sonríes, te observas aquí y allá al punto de que vislumbras quizás con mayor tino lo que has sido y eres, lo que vas siendo para ser preciso. Daniel abre la puerta de su habitación, aún tiene mucho sueño, se acerca, me abraza, me dice al oído palabras hermosas, bebe un sorbo de café. Yo escribo, continúo haciéndolo frente a un ventanal donde la calle está en silencio, algunos pájaros revolotean y el Cotopaxi luce despejado allá a lo lejos.

    Pienso en la Navidad, en la de hoy y en las que fueron. Pienso en la familia, alguna vez reunida en días como éstos, ahora esparcida por una geografía que abarca el mundo.  Pienso en mi casa, que era también la casa de la abuela. Mi padre, los tíos, los primos, las luces de la sala encendidas hasta horas extrañas para un niño. Se fueron ya, los mayores, tíos que venían de Caracas, tíos que vivían en el pueblo, la abuela con sus cuentos, sus santos y sus lentes. Pienso en la Navidad que siempre inaugura, años tras año, un estado de alma que no se parece a los anteriores porque Navidad es una palabra que dice algo y deja más, como aquéllas de Ítaca en el poema de Kavafis.     Perdónenme el lugar común, el clisé y blablablá, pero se acaba la página y quiero decirlo: feliz Navidad para todos, a pesar de los pesares. Feliz Navidad en paz, salud y bien. Entonces levanto mi copa y brindo con ustedes.

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