CASOS RAROS

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

    Juancho, un amigo de la infancia, tiene dos pies que viven haciendo de las suyas. Uno no sabe si reír a mandíbula batiente o llorar a moco tendido cada vez que sus extremidades inferiores juegan al gato y al ratón con el resto de ese cuerpo al que yacen adheridas. Total, que la naturaleza tiene sus cosas raras, no faltaba más, asunto que en estos días se ha intensificado al punto de que el bueno de amigo fue al podólogo con ánimo de mejorar sus días.

    Podólogo, podólogo, podólogo. Suena más a nombre de jardinería que a ciencia médica, pero en fin, la cuestión es que cuando Juancho mueve un pie con la inocente intención, digamos, de girar hacia la izquierda, éste se va incólume para la derecha, y cuando a veces desea poner ruta hacia adelante, el bueno para nada con el mayor descaro emprende marcha hacia atrás, lo cual genera en mi amigo problemas no digamos ya peliagudos de locomoción, sino existenciales de marca mayor que para qué Sartre o Heiddeger y la madre que los parió.

    El doctor Sánchez, según los entendidos toda una eminencia en el arte de la podología, ha dicho que no hay motivo de preocupación. Dispuso apenas de un jarabe para los nervios acompañado de masajes interdiarios en ambas plantas de los pies y yemas de los dedos. Pero lo cierto es que después del doctor Sánchez, podólogo hasta la pared de enfrente, los episodios que tanto molestan a Juancho no sólo continúan como si nada: se han incrementado de forma exponencial sin que medie causa lógica a propósito de semejantes hechos, de modo que mi amigo visitó ahora al psiquiatra, quien enarcando mucho las cejas, de seguidas restó importancia al problema dedicándose luego a pontificar sobre cierto estudio que por estos días lleva a cabo sobre la mente y la personalidad y sobre callos, pies de atleta, problemas en las uñas y diversos males que con toda seguridad inciden en lo que ocurre.

    Sin embargo el otro día, pobrecito, al despertar en la mañana quiso ponerse los zapatos y cuando intentó anudarse los cordones el pie izquierdo empezó a sacudirse a su real gana, como poseído por el espíritu de alguna pulga saltarina. Lo peor fue que después de una lucha sin cuartel que lo dejó exhausto y sudoroso, cada extremidad decidió tomar rumbo contrario a propósito de la otra, desatándose la situación más ridícula en toda esta historia, que dicho sea de paso cabría de pe a pa en cualquier película de Woody Allen. Al hallarlo en posición tan poco decorosa, abierto de piernas, tirado en el suelo, con ambos pies brincando a su antojo como si fuesen batracios o canguros en un circo, su mujer cogió el martillo del fondo del closet y optó por golpearle los pulgares -¿qué otra cosa hubiera podido hacer la buena señora?-, dejándole ambos dedos machacados y sin posibilidad de calzarse para llegar a la junta de las ocho en la oficina. Menudo lío apenas despuntando el día.

    Según el podólogo de marras, quien otra vez fue consultado, mi amigo en verdad sufre de cansancio extremo. Es la opinión categórica de una autoridad en la materia. Entonces Juancho atiende los consejos y bebe valerianas, toronjiles, aguas de cayena aliñadas con gotas de passiflora y endulzadas con miel de la India pero nada, su pie derecho se encamina por recovecos muy particulares y el otro toma el horizonte que le venga en gana. Caso único de extremidades autónomas cuyas desconexiones con la corteza cerebral son evidentes, sentenció por último el psicólogo de la empresa en que labora. Supe que el asunto va a ser presentado en el  cuadragésimo noveno Encuentro Internacional de Podología, a celebrarse en Viena. Casos raros, sin ninguna duda. Casos sumamente raros.

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