SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

    Corría el año 2000. Metido en la ducha di con la clave. A veces hace falta darse una vuelta y mandar a la porra eso que te trae de cabeza, sobre todo cuando a eso se le antoja enmarañarse y retorcerse hasta joderle la vida a todo el mundo.

    Y lo hice. A la porra y al diablo fue a dar el socialismo del siglo XXI. Confieso que por un instante traté de hallarle explicaciones, insistí en regalarle un tiempecito, algo así como cuando alguien toca a tu puerta, justo a mediodía, y en vez de un portazo decides esperar unos segundos, con la esperanza de que se aleje ante tu falta de interés. Nada. Craso error. El vendedor, por supuesto, termina más plantado que antes y con mayores ganas de meterte en los bolsillos. Por fin, entre el almuerzo y el teléfono que suena y los niños que corren de acá para allá, cae un monolito hecho sentencia: “oiga, no estoy interesado”. El tipo de Rena Ware se lleva su música a otra parte.

    Pero recordemos que estaba en el baño. Entonces resbaló otro monolito desde las alturas del champú: “revolucionaria fórmula rica en Biobalance Oil Complex”, todo lo cual, según dice más abajo en la etiqueta, viene aderezado con “Clean Exterd Silicons”. Eureka. Eureka, Eureka y mil veces Eureka. Que un líquido para lavarse el cabello constituya un líquido revolucionario logró que frunciera de inmediato el ceño. Pero lo otro, el Biobalance, el no sé qué Complex y para remate de males aquello del Exterd Silicons, la verdad es que fue la gota que derramó el vaso, amén de la aclaratoria del misterio. Tal como lo lees: la aclaratoria del misterio.

    Lo había descubierto. Había dado en el clavo: la revolución bolivariana tenía mucho de champú. El socialismo del siglo XXI, si a ver vamos, resultaba primito hermano del Exterd Silicons, no sólo por lo revolucionario sino por lo estrictamente hueco. Tan hablachento era lo uno como lo otro. Echándole una mirada algo más profundilla, llegué a la conclusión de que la publicidad era la madre de esta indigestión léxica. ¿Qué significan todas esas frases? ¿Qué traen a colación? ¿Qué sugieren o qué explican? ¿Qué denotan en el ámbito de los conceptos? Respuesta: nada en lo absoluto. Blablablá y blablablá. Desde el horizonte semántico son disparates que se muerden la cola, es decir, no dicen media idea queriendo perversamente engatusar con algo. Sirven, eso sí, para la venta. Suenan bien. Llenan de flatulencias un vacío.

    Y es que el socialismo del siglo XXI, frase monumental, frase apoteósica, frase sin par por donde metieras el ojo -sírvete un café y saborea bien la retahíla: so-cia-lis-mo-del-si-glo- XXI. No me jodas-, frase estrella y punta de lanza a la hora de cualquier locura ideológica que se respetara, había remolcado del manicomio par de polizontes la mar de rimbombantes, es decir, se encaramó en la espalda dos chasquidos de la lengua que a la sazón eran la misma vaciedad: “refundación” y “reinvención”. Juraban estos delincuentes refundar el país, claro, y reinventarlo en consecuencia. No me jodas otra vez.

    A aquellas alturas, ya en bata y frente al espejo, cogí el cepillo y lo unté con dentífrico. Entonces me di cuenta de que aquél vino con cerdas nada menos que “Cross Action”, asunto sospechosamente legible en el mango de mi Oral B, cuestión que me puso los pelos de punta. Si no fuera porque el alto gobierno, pobrecito, se ocupaba las veinticuatro horas e iba de mal en peor con el cuento de la oposición y el golpismo, el fascismo, el imperio, los pitiyanquis, los lacayos, la derecha, los vendepatria, la ultraderecha, la recontraderecha, la CÍA, los marcianos, los de Venus y demás horrorosos enemigos, comenzaría a creer en un complot contra un simple ciudadano. Un sencillo ciudadano que era por supuesto yo, no faltaba más. La inteligencia gobiernera, no lo dudes, siempre detrás de todo esto. Eran casualidades para ser tomadas muy en cuenta. Primero el champú, luego el cepillito: la revolución metida en mi propio baño.

    Pero a lo que iba: desde “refundar” la patria hasta “reinventar” esta nación que ya no sería jamás igual, la champuceada de estos personajes, o sea, el dentífrico engullido tanto por refundadores como por reinventores arrojaría efectos cuyas maravillas  iban a darse a la enésima. Juraron por el Che, por los hermanitos Castro, por Putin y por Mugabe, qué más da, cambiar la realidad. Entonces la inflación se vendría a pique, el desempleo haría zas y cogería su camino, la Venezuela potencia te arrullaría en brazos y el hampa agarraría sus peroles, montaría su “Cooperativa Antiimperialista Rodillaentierra Hugo Chávez” y se largaría al hiperurano, todo corroborado por al inefable INE, ese Instituto Nacional de Estadísticas diciendo sí al Paraíso vía tablas, números, tendencias, porcentajes , con la melena muy aseada y los colmillos pulquérrimos a fuerza de Oil Complex Biobalance y Cross Action Oral B de verdad verdad.

    Acabé de cepillarme los dientes y ya medio neurótico decidí hurgar un poco más. Lo del complot y la idea de que el Estado acaba por introducirse en tu closet o en tu baño, según totalitarismos de toda ralea -Cuba, la exURSS o Corea del Norte de primeras- no es cosa de poca monta. Por no dejar examiné el gel de baño, que tenía “esferas de vitamina A y E”. Le eché guante al acondicionador, que terminó revelando su socialismo del siglo XXI como si nada, pues decía en la carátula que daba brillo gracias al “complejo invencible de aglomerados Hidra-Silic”. Lo de complejo pasaba, la verdad, pero lo de Hidra era ya el colmo. Semejante monstruo sí que no lo aguantaría en mi bañera. De la Schick Exacta, quién lo hubiese imaginado, afirmaba el cartoncito que llegó con un súper “Micro cabezal de Acero Reconfigurado”. Ve tú a saber. Pero lo ya insoportable, lo máximo entre lo máximo, el tope superior de la revolución globalizada hecha pesadilla cayó en el desayuno, justo con el frasco de las vitaminas, potenciadas con “Glucosamine+Chondroitin Plus de FDC”. Esto sí que era socialismo dentro del socialismo, del siglo XXI, del XXII y XXIII. Lo endógeno endógeno que te alimenta en pastillitas.

    Al demonio, pensé. Al diablo todo descocado y cuanta babosada cada segundo le chorree. Entonces salí, me serví café, y me largué luego a la oficina.
   

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