SUCEDE QUE HE SOÑADO

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1


Desde la infancia he sabido que soñar posee una doble implicatura: o lo haces despierto o bien lo haces dormido. En mi caso lo primero llevó siempre la delantera, así que ya imaginarás, papar moscas se transformó en mi deporte favorito.

Al contrario de cuanto cree la mayoría, también el papamosquismo carga en las entrañas su dosis de mezquinos objetivos utilitarios. Lo digo por estricto conocimiento de causa, pues andarme por ahí papando moscas ha servido para más que poner cara de lelo y darme de bruces con lo onírico, pongo por caso, en plena reunión de la oficina.

Este escrito es prueba caliente de ello. Gracias a que el otro día estaba de lo más patidifuso, o patidifuá o como se diga, mientras un tipo disertaba sobre el poder secreto del pensamiento tenaz en uno de esos encuentros que organiza el departamento para el cual trabajo, digo, mientras el conferencista hacía de las suyas, yo soñaba que soñaba. Es decir, soñaba con el adolescente que llegué a ser , quien a su vez soñaba que era cualquier cosa menos ese adolescente enquistado en los ochenta. Tal cual: papaba moscas sobre papar moscas. Y de ahí este manuscrito, como verás clara evidencia de un quehacer en apariencia más que serio, planchado y almidonado.

En tiempos de aquel papamosquismo libre por donde lo miraras, deslastrado de cuanta circunstancia pudiera significar mínima amenaza, soñaba como quien ronca a pierna suelta. Camino por la calle, paso frente al Hilton e imagino a un señor encopetado entrando a ese lugar, embutido en flux a juego con un maletín de cuero negro. Me descubro ante el Café de Flore y soy escritor en batalla con el libro que de a poco cobra vida, Gauloise en mano y chicas guapas de por medio. Calzo en las botas de un intrépido aviador si viajo a Caracas con mi madre. Trapecista, domador, campeón olímpico, noqueador en el ring, astronauta o cazador de tigres en el Asia. A todo lo anterior me he dedicado.

Si a ver vamos, desconozco modo más efectivo de aprovechar el tiempo que papar moscas mañana, tarde y noche. Como método de estudio o de trabajo las consecuencias son las más aventajadas, y si todavía lo dudas pregúntale a colegas de mi uni, algunos tan papadores como el que más, con lo cual hemos llegado al llegadero, punto de encuentro y coincidencia que, como ningún otro hecho, afianzó amistades y creó hermandad.

Mis hijos, por ejemplo, papan moscas desde bebés, sueñan despiertos, danzan en brazos de quimeras, asunto que sólo ha arrojado bienes indecibles. Si mi condición de padre genera satisfacciones que me ensanchan el alma, confieso que enseñar a papar moscas, así, con sistema y disciplina, no tiene rival en la comarca. Camila y Daniel dan fe de cuanto digo y ahí está, podrían renunciar al chocolate, a las películas de Harry Potter, a las pizzas en ciertos almuerzos de los sábados pero a papar moscas jamás.

Julio Cortázar respondía que era realista, más que tú o que yo o que él, cuando le largaban en la cara su condición de fantaseador irredento, su constitución de hombre dado a lo onírico como forma de vida. “Soy realista porque me niego a dejar fuera de la realidad hasta la última migaja del sueño”, disparaba a quemarropa. Y la verdad sea dicha, dime tú si existe otro cuya idea del aquí y ahora calce más en los zapatos de eso que llamamos realidad que el Cronopio de marras. A que no.

En fin, que justo ahora, mientras papo moscas y escribo lo que escribo, termino con tres cuartillas en las manos para que la dulce Fenya, responsable de un proyecto de fábula papamosquista -nada menos que Orbi News en la polis ateniense donde vive- decida qué hacer o no hacer, si publicar o no, si acudir al fuego de Hefesto para arrojar mis rasguños o darles existencia a través de la pantalla.

En cuanto a mí, sigo en mis trece. Papo moscas y papo moscas y papo moscas, lo que me hace recordar la clase de las nueve, lugar perfecto para continuar estas lides con jóvenes reacios muchas veces, porque la razón al cubo y Descartes y la madre que lo parió, etcétera. Tú dirás. Menudo ejercicio, vaya faena la de siempre.

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