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VIAJE AL FONDO DE UNO MISMO por -Roger Vilain- Twitter: @rvilain1 #Cultura

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VIAJE AL FONDO DE UNO MISMO

por

Roger Vilain

-Roger Vilain-
Twitter: @rvilain1

    El otro día hojeaba una revista para mitigar la ansiedad en la sala de espera del dentista. Ochenta y seis páginas de cabo a rabo tenía el ejemplar en cuestión y llegué a contar veinticuatro sólo de publicidad para venderte viajes, excursiones o paseos.

    Tengo la impresión de que el mundo que labramos es una inmensa lavadora en fase de centrifugado. Como uno se acostumbra a vivir de la epidermis para allá, da la casualidad de que todo destino para turistear busca el afuera, el punto más alejado del saco de piel, huesos, nervios y líquidos viscosos que nos conforman, de modo que hablar de vacaciones, pongo por caso, supone el Kilimanjaro, las sabanas africanas, las islas Feroe y dentro de poco vueltecitas por la Luna.

   En el intento por espantar el ruido del taladro se me incorporó de pronto un espíritu de lo más empresarial. Enarqué mucho las cejas y vislumbré el negocio del milenio. Si cualquier viaje que se respete empuja lo que eres a distancias que mientras más allá, pues mejor, un viaje al mero centro de ti debe ser el coñazo en la nariz. Macizo, consistente, la llave del tesoro sin ninguna duda. ¿Te lo estás imaginando?, páginas glasé a toda mecha, a pleno Vogue, a pleno Hola, Marie Claire y demás parafernalia. Es que ya me gotea el colmillo: chicas anunciándolo todo, señoras de buen ver sacándote las cuentas, musculitos whisky en mano en alusión al gran itinerario.

    En vez de lanzarte en parapente desde las montañas rocosas, el vértigo de tus particulares abismos. Por encima del surfing en Hawai, correr olas en las playas de tus mares. Para ascender a las alturas del Cotopaxi, mejor el descenso a la médula de cuanto te constituye. No me digas que me equivoco, no me vengas con que son pamplinas. Lo veo ahora y no lo creo, ¿cómo lo dejé pasar antes?

    Si practicar tiburoning con traje shick de buzo en el Caribe equivale a litros de adrenalina, imagina el Niágara en pleno rapel por los escollos que llevas dentro. Ni piragüismo en ríos enardecidos ni caza de elefantes en Kenya ni pirañas que casi te muerden el trasero cuando te sumerges en el Amazonas. No se diga más. Viaje al centro de uno mismo, un recorrido paso a paso que va a parar a tus entrañas.

    Cierta vez -todo hay que decirlo- planeé el súper trayecto por lagunas subterráneas, soñé al topo humano que quise ser en ardua caminata por cuevas y pasadizos que iban de un túnel peligroso a otro mucho peor, y así. Pero nada como el viaje de los viajes, que acaba en el tuétano de tu único fondo.

    Total, que entre el proyecto que te cuento y la puerta del consultorio que se abre media el universo. Escucho mi nombre, ha llegado mi turno, y al levantarme y poner rumbo hacia la voz, no hay chicas en provocativos anuncios ni señoras de buen ver que tientan a la aventura. Cruzo el umbral y un hombre calvo, taladro en mano, invita muy afable a que me tumbe en la silla de los sacrificios.

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